El tiempo de la revolución es ahora

Documento 1 – Casa Cutural INGA

Camaradas y compañerxs:

El capitalismo en su forma neoliberal se ha propuesto interrumpir las filiaciones de las luchas presentes con las luchas pasadas y así obturar cualquier posibilidad de potenciar los desafíos por venir, como si toda batalla presente tuviese que comenzar siempre desde cero, sin memoria, sin acervo. Pretende construir la idea que nuestras luchas de ahora, como emergen sin pasado, se agotan y se apagan sin dejar rastro y huella. Sólo serían un accidente en la calma normalidad del orden de dominación que sostienen y no lo que realmente son, una parte del torrente profundo que socava el orden hasta hacerlo estallar por los aires.

Por ello, nosotros y nosotras, militantes comunistas, llevamos escrito en nuestra profunda memoria y en la superficie de nuestros cuerpos las luchas que la clase trabajadora llevó adelante y lo sigue haciendo. Somos Virginia Bolten, somos Sacco y Vanzetti, somos Wilckens, Fanny Edelman, Julius Fucik, Juan Ingallinella, el Che, los mártires de Trelew, Tosco, Tito Messiez, el negrito Avellaneda, Graciela Acosta, los trabajadores de Electrolux y toda la clase trabajadora porque somos conscientes de ser parte de las y los explotados, oprimidos, perseguidos, encarcelados y asesinados por la obstinación de buscar un mundo justo que llamamos socialismo, esa única clase de obstinación que vale la pena perseguir hasta desfallecer.

Estamos transitando un escenario contradictorio y de grandes desafíos para nuestro pueblo, y especialmente para los revolucionarios y militantes de izquierda en general. El saqueo al que fuimos sometidos por parte del actual gobierno nacional de CEOs y oligarcas, buitres, banqueros y mafiosos, no tiene precedentes. Sin embargo, no perdamos de vista, este saqueo no es una excepción a la normal y legal acumulación del capital, es una de sus palancas privilegiadas de acumulación complementaria de aquella. Por ello, el problema no es Macri y Cambiemos, el problema es el capitalismo.

Es necesario que los comunistas tengamos en claro algunas cuestiones que hoy queremos poner de manifiesto en este acto en el que conmemoramos las gestas de mayo: el Día Internacional de los y las Trabajadoras; los 50 años de la rebelión popular del Rosariazo y Cordobazo, y la gesta independentista de 1810.

Con esta impronta revolucionaria de confrontaciones justas y profundas que protagonizaron quienes nos antecedieron en la lucha, es que hoy redoblamos la apuesta por construir los atributos que nos dieron origen y por los que seguimos batallando 101 años después:

LA LUCHA DE CLASES, EL SOCIALISMO Y LA REVOLUCIÓN.

Si reconocemos la lucha de clases como motor de la historia, lo hacemos por una opción ideológica y, al mismo tiempo, por una constatación histórica. No hay manera de conciliar clase antagónicas, no admitimos ninguna posibilidad de pacto o de acuerdo con el enemigo. Aún reconociendo que todos pertenecemos a una misma comunidad nacional, ¿es posible admitir siquiera que el trabajador de una empresa multinacional, el estibador portuario, la costurera de una fábrica textil clandestina, tengan algo en común con Eurnekian, Rocca, Bulgheroni, Pérez Companc, Marcos Galperin, Britos, Eduardo Costantini, Alberto Roemmers, Macri, empresarios que poseen fortunas de miles de millones de dólares, por el sólo hecho de ser «argentinos»? He aquí la importancia de volver a oler la tierra antes de imaginar comunidades y reconocer que nuestra única lealtad es con quienes compartimos destinos comunes de incertidumbre, de miseria, de desocupación, de hambre, de persecuciones, de represión, de muerte, es decir, la clase trabajadora. Como clase debemos imperiosamente volver a recuperar el socialismo como nuestro horizonte anticapitalista (no un capitalismo mejorado, oxímoron si los hay) y la conciencia de clase como nuestra tarea (destruir la construcción de esas múltiples identidades que nos pretenden imponer, sea como consumidores o como emprendedores, como cuentapropistas o como empresarios de sí). Por todo ello consideramos que no hay margen de conciliación con quienes nos explotan y nos matan a diario.

Por lo expuesto, tampoco admitimos subsumirnos a esta nueva épica del capitalismo mejorado, bueno, humano, y menos que menos hacerlo con el argumento de lo posible. No caemos en el idealismo de imaginar condiciones inexistentes. Sabemos que las condiciones subjetivas no están maduras, pero nunca lo estarán si seguimos conducidos por el posibilismo y abandonamos la vocación titánica de construir una fuerza revolucionaria que deje de ir detrás de la contienda electoral y de los partidos que fortalecen el orden social capitalista y su expresión político-institucional de la democracia liberal representativa.

En estos últimos años, la oposición se ha volcado a construir superestructuralmente una fuerza electoral con capacidad de disputar en octubre próximo. Frente a esta posibilidad que parece sensata en lo inmediato, con ello no se deja de fortalecer la democracia liberal-representativa reproduciendo, aceitando y sedimentando una matriz de funcionamiento de la dominación capitalista. Todo esto a costa de la constitución y fortalecimiento de poder popular con la fuerza de producir una herida en la rutinaria marcha de la historia, capaz de forzar a una salida rupturista, acontecimental y revolucionaria. Lo que llaman democracias no son otra cosa que neoliberalismos democráticos, donde lo democrático es una cáscara de instituciones cada vez más irrelevantes frente a los poderes que establecen directivas y toman decisiones cada vez más expoliadoras que requieren de un aceitado aparato represivo estatal para controlar los conflictos que indefectiblemente van emergiendo.

Frente a ello y contra el posibilismo que sólo nos conduce a pensar el poder en términos electorales y etapistas, tenemos la tarea de construir una fuerza con un programa revolucionario cuyo objetivo sea la construcción de poder popular en los diferentes frentes que se reconozcan estratégicos, hacia un horizonte socialista y cuyo protagonista sea la clase trabajadora. Frente a la única perspectiva domesticadora que ofrece la democracia liberal-representativa, impongamos la revolución como idea-fuerza con el fin de romper la continuidad institucional que supone pensar en el cambio de gobierno con quienes vendieron la riqueza pasada, presente y futura del país.

Es al servicio de esta democracia liberal que se nos propone continuar privándonos de un derecho básico para todas las mujeres y personas gestantes como es el acceso al aborto legal, seguro y gratuito. Se trata de un sistema de alternancia política de conciliación que no solo no facilita sino que pone trabas a una cuestión de salud pública que debería estar resuelta hace décadas.

Las condiciones actuales son muy diferentes a las de comienzos del siglo XXI. Los precios de las materias primas están por el piso. Las experiencias de integración regional en lo político y lo económico ya no existen más. El cordón de contención de gobiernos de corte progresista tampoco. Al poder financiero nunca se lo pudo disciplinar, no hay razones para pensar que vaya a ocurrir algo diferente ahora. La deuda externa adquirió dimensiones dramáticas. Por todo lo expuesto entendemos que los márgenes de acción del Estado son cada vez más estrechos en relación a la proliferación y fortalecimiento de los poderes económicos. Sin embargo, estos márgenes se amplían mediante medidas agresivas que ataquen el corazón del poder económico, con un alto grado de confrontación y a través de la multiplicación de instancias de poder popular.

Sólo con una fuerza plural, con objetivos profundamente transformadores en un sentido anticapitalista y antiimperialista, pueden lograrse resolver los padecimientos a los que millones de trabajadorxs somos sometidxs. No hay viabilidad de proyectos de corte de tercera vía, ni desarrollistas, ni neo keynesianos. Todas estas variantes ya fueron implementadas y siempre tuvieron un límite concreto: el orden de dominación burgués realmente existente que redunda en más de lo mismo sin romper con los márgenes que el poder real impone en todos los aspectos de la vida social de nuestro pueblo.

En este sentido, repensar la herramienta política necesaria para la revolución, supone la reflexión consciente, organizada, militante. Despojémonos del discurso y el método ajeno a nuestras categorías, a nuestras ideas, a nuestra praxis. Sin sectarismo ni autoproclamación, pero con convicciones profundas y dispuestxs a un difícil camino de confrontación con propios y extraños, con aliados y con el enemigo de clase. Sabemos que es más cómodo el consenso lavado y pacifista, pero no es por lo que nos levantamos día a día quienes queremos poner este mundo patas arriba. Retomemos las tareas estratégicas, los planes a mediano plazo, elevemos nuestra vara pensando en los grandes desafíos, que van más allá de las agendas mediáticas y electorales. Sólo de esta manera alcanzaremos los objetivos nobles que dieron origen al Partido de lxs Comunistas, y es el horizonte rojo el que nos aclara el camino.

A los compañeros y compañeras, amigos y amigas, a camaradas y a la militancia del campo popular, queremos expresar que nuestra lucha es la misma que la vuestra, que recorremos un camino difícil pero que el compromiso es noble y sincero con las ideas revolucionarias verdaderas. Mantener diferencias de enfoque y construcción no tiene un sentido reaccionario ni “le hace el juego a ninguna derecha”, todo lo contrario: es necesario la mirada críticas de los procesos históricos porque estamos convencides de que el camino no puede seguir siendo mejorar lo que el capitalismo nos ofrece. No queremos la paz de los cementerios, ni el orden tranquilizante para quienes desangran las riquezas producidas por nosotres. Nuestra lucha es por subvertir el orden social hoy, porque como decía nuestra camandanta Lohana, EL TIEMPO DE LA REVOLUCIÓN ES AHORA. A eso les convocamos, y a eso queremos aportar con todas nuestras fuerzas.

Rosario, 25 de mayo de 2019

Revista comunista de análisis y debate