Lucha de clases y el dilema de los comunistas argentinos

Por Julián Katari

En política como en la guerra, el bando que triunfa es el que impone su estrategia, y así como en la guerra el objetivo no es la eliminación total del enemigo, sino persuadirlo violentamente de la imposibilidad de la victoria, someterlo a una rendición.

En la política tampoco el objetivo de la burguesía es aniquilarnos totalmente y por completo, objetivo al que han renunciado luego de comprobar su imposibilidad , más bien, y de las derrotas sufridas por el imperialismo, las conclusiones a las que han arribado giran alrededor de la necesidad de medidas “preventivas”, que impidan llegar a esas grandes pulseadas sangrientas donde los comunistas hemos demostrado pericia y combatividad.

Fue la Doctrina Francesa, nacida al calor de su guerra con Vietnam, basada en un desarrollo intensivo de la inteligencia política y el uso sistemático de  la tortura para el “ablandamiento” del enemigo y cuyo objeto es quebrar moralmente al oponente, la que se enseñó en las academias militares del mundo y que encontró en argentina algunos de sus más aventajados alumnos, fueron franceses los instructores de los grupos de tareas que torturaron salvajemente a los comunistas en la década infame, en el peronismo y en la “fusiladora”. Los pueblos del mundo lucharon denodadamente contra esta doctrina, les correspondió a los revolucionarios argelinos ser sus gloriosos enterradores.

Los norteamericanos, continuadores de los franceses en Indochina, alentados por sus aparentes “ilimitados” recursos, y ante el fracaso de quebrar la moral de combate de los revolucionarios-los cuales se movían como pez en el agua del pueblo- ajustaron la guerra contrainsurgente a una nueva Doctrina, llamada de “Seguridad Nacional”, cuyo cambio más significativo consistía en que si no se podía matar al pez, entonces había que “quitarle el agua al pez”, lo que equivalía a aplicar la política de Tierra Arrasada contra las poblaciones que simpaticen o se piense que comulgan con la revolución, sin renunciar a la aniquilación del enemigo cuando las condiciones se presentasen. En Argentina y América Latina se impusieron los lineamientos de la doctrina norteamericana en las más sangrientas dictaduras cívico-militares de fines de los 60′, 70′ y 80′, la derrota en Vietnam, Nicaragua e Irán y el empantanamiento en Oriente Medio, Centroamérica y su neutralización en Colombia obligaron a un nuevo ajuste doctrinario.

Los Israelíes, por razones histórico-políticas y por las condiciones objetivas en que desarrollaron su Estado y guerras regionales, partiendo al igual que sus antecesores de las experiencias previas, crearon una nueva Doctrina basada en una combinación de Sicariato Selectivo y Cooptación. Mediante una muy eficaz caracterización de los dirigentes revolucionarios, dirigen una eliminación sistemática de los catalogados de “irreductibles”, aquellos a los que consideran que no es posible reclutarlos ni chantajearlos, y mediante una conjunción de sobornos, chantajes (apoyados en datos personales que los condicionen) y amenazas veladas o abiertas (que incluyen extorsión, aprietes personales y familiares, etc.) someten, fuerzan la cooptación de los más “débiles” -reformistas, socialdemócratas, traidores, viciosos, corruptos, cobardes-y su asimilación a sus planes políticos-militares. Es así como asesinando a los primeros, dejan despejado el camino a los segundos, que con un poco de apoyo encubierto rápidamente ganan la conducción de las organizaciones revolucionarias y populares, fue particularmente visible el caso colombiano, donde en medio del Genocidio de la Unión Patriótica y del Partido Comunista Colombiano, con sus 5000 líderes asesinados, Luis Eduardo “Lucho” Garzón y Angelino Garzón, en aquellos momentos aciagos de la historia miembros del comité central del PCC y del Consejo Patriótico Nacional de la UP, asumen ante la vacante por asesinato la dirección del partido el primero y de la central única de trabajadores CUT el segundo, iniciando ambos la destrucción de dichas organizaciones, hoy después de cumplidos los planes imperiales, los dos hacen parte de la derecha paramilitar y eclesiástica respectivamente. En esta política de jugar desde adentro, o con los de adentro, conformaron bandas armadas de desertores de las insurgencias (antes los asesores norteamericanos ordenaban asesinarlos) así proliferaron los “hombres zorros”.

Hoy asistimos a un estadio superior de esta doctrina, los ejércitos de “bandera falsa” (Estado Islámico, Al Qaeda, Boco Haram, Al Nusra, etc.) que conformados por sectores aparentemente de identidad popular, en realidad responden a la estrategia imperialista en toda la línea, entrenados, financiados, pertrechados y puestos operativos por las potencias occidentales no cabe duda de los intereses a los que tributan.

Siendo todos estos desarrollos doctrinarios políticos-militares fruto de los esfuerzos imperialistas por consolidar su dominación mundial, y siendo su naturaleza “integral” en el sentido de abordar elementos como ya hemos consignado políticos, militares, pero también psicológicos, sociológicos, propagandísticos, estéticos, económicos, y por el hecho históricamente comprobable de su aplicación permanente (con la intensidad que las diferentes situaciones lo demanden) queda claro que no son medidas “excepcionales”, o solo “de guerra”, sino que estamos ante un verdadero Modelo de Dominación, expresión actual de los métodos que el imperialismo fue creando para sostener y proyectar su dominación de clase a nivel planetario, es la forma de vida del capitalismo actual.

Si el capitalismo es así, es un contrasentido hablar de “cambio de época”, porque hablamos de unos cambios cosméticos (que nadie niega fueron desahogos para una situación de extrema pobreza en todo el continente Latinoamericano), pero cuyo efecto a mediano plazo tenía como objetivo desmovilizar las luchas y organizaciones forjadas en una década larga de lucha social en los 90′, que habían desembocado en puebladas de mayor o menor intensidad como las “guerras del agua y del gas” en Bolivia, el argentinazo de Diciembre del 2001 en Argentina, las puebladas indígenas de la Conaie en Ecuador, o más modestas en combatividad pero expresión del hartazgo popular, las acumulaciones electorales del PT en Brasil y del Frente Amplio en Uruguay.

Servidos a conciencia o no (ya que los individuos hacen y al mismo tiempo son arrastrados por las condiciones objetivas y subjetivas de la lucha de clases) esos intereses estabilizadores del capitalismo tienen hoy un desenlace a la vista: las organizaciones piqueteras argentinas de los 90′ desaparecieron fruto de la cooptación estatal, dando paso a organizaciones sociales en su mayoría sostenes de la gobernabilidad burguesa, y los partidos de la izquierda que lucharon con heroísmo en esa larga década que comenzó con la derrota de la caída del bloque socialista y la URRS, hoy , sin excepciones, se encuentran asimilados al juego perverso de la democracia burguesa. El panorama en Ecuador es exactamente el mismo y en Bolivia la degradación ética, moral y política de las organizaciones “Matrices” y del MAS son tan evidentes que el proceso de cambios se sostiene solamente por la ejemplaridad de su único líder. En Uruguay y Brasil la situación es más parecida, si de política gubernamental hablamos, a la Argentina, con una deliberada y manifiesta vocación burguesa se avanzó en destruir las bases populares que llevaron a los triunfos electorales, y se consolidaron las tendencias socialdemócratas y reformistas de derecha dentro de todos los partidos de izquierda.

Sin este sombrío panorama, es inexplicable la situación actual, donde la supuesta “restauración conservadora” (o ciclo conservador) viene a retrotraer muchos de los avances sociales del progresismo sin que haya una clara resistencia popular, conformando entre ambos un verdadero Bipartidismo Moderno. Incapaz o manifiestamente contrario de romper el molde de la estructura socio-económica y política burguesa, el progresismo latinoamericano se halla en un franco declive y decadencia, asimilado a la estrategia imperial, deglutido y defecado por el imperialismo hoy ya empieza a asumir su verdadero rol, el de ser una “protesis” que le permita al capitalismo reproducirse con relativa tranquilidad social.

De la decadencia del progresismo es factible esperar dos finales posibles, una asimilación abierta y desenmascarada en el modelo de dominación burgués, ya ahora con lenguaje , medidas políticas y sociales más reaccionarias (caso argentino, brasileño, uruguayo y ecuatoriano) y un final más doloroso en términos políticos y humanos en el más estricto sentido de la palabra, violento, con mucho sufrimiento popular, pero con la dignidad de la pelea declarada, en cuyo seno puede germinar la Alternativa Revolucionaria verdadera, siempre y cuando se forje en ese mar de contradicciones, una fuerza política que desenrede ese nudo de las contradicciones y dirija al pueblo a la revolución socialista (Bolivia y Venezuela).

Los hombres y mujeres que hoy se sitúan en el campo del progresismo tienen entonces dos opciones, o se asimilan al nuevo Bipartidismo, si los precios de los commodities están al alza intentan repartir mejor las recaudaciones del Estado Burgués (siempre y cuando medie una gran convulsión social que obligue al capital a ceder esos recursos (la famosa correlación de fuerzas señores reformistas) o si están a la baja aplican el ajuste, pero siempre dentro del sistema, respetuosos y calladitos. O la opción de romper el molde del sistema burgués y pasarse a las filas revolucionarias.

Contra los que decidan pasarse a las filas revolucionarias el sistema capitalista no tendrá compasión.

Contra los que decidan quedarse explotando a los trabajadores y entregando la patria al imperialismo no tendremos compasión.

De década y media de acción socialdemócrata, con un grado de infiltración muy considerable en el Partido Comunista Argentino  (favorecido por la presencia nada desdeñable de fuerzas de clase antagónica en su interior) hoy el resultado no puede ser más dramático. La crisis que aborda nuestro partido es sin lugar a dudas la más difícil y profunda de sus 101 años de historia, ni sus 50 años de clandestinidad pudieron poner en peligro su mismísima existencia como hoy está amenazada.

Una fracción liquidacionista, reformista de derecha, desarrolla su accionar en contradicción abierta con la línea del viraje revolucionario del 16 congreso y sucesivos, desconociendo la caracterización Socialista de la revolución al colaborar con el desarrollo de un “capitalismo de consumo” como dice su ´jefa´ (buscando sus aliados estratégicos en sectores de la burguesía) en vez de la Unidad de los Revolucionarios, y desmontando todo el acumulado histórico de capacidades organizativas, logísticas y combativas para la toma del poder, a la que han renunciado en el altar de lo posible, y de miserables negocios personales.

La historia nos pone nuevamente a los comunistas en la disyuntiva de Luchar y Vencer, o Desaparecer, hasta ahora hemos salido triunfantes de todos los desafíos históricos a los que nos hemos enfrentado, pero ningún destino está escrito de antemano.

Se avecina una crisis generalizada de todos los sectores políticos argentinos, de los partidos de la burguesía-peronista (y por añadidura de la fracción dirigente del PCA que ató como un gemelo su destino a él) del  radicalismo, macrismo, etc. pero también de todo el arco de la izquierda “real” construida en la década kirchnerista, es decir, el trotskismo en sus cinco partidos principales (PO,PTS, IS, MST Y NUEVO MAS)  los que a diferencia de la crisis del partido de los comunistas, no están en un momento de madurez de dicha crisis, sino recién empezando a sentir sus primeros síntomas, lo que augura una larga y penosa enfermedad pequeñoburguesa de destino incierto.

Los Comunistas de Lenin asumimos el reto del Imperialismo y sus políticas, lucharemos en dos frentes, recuperando el Partido para la Revolución y ocupando con carácter y combatividad el centro de la escena de la lucha de clases, Adelante Camaradas, ni un segundo de vacilación ante el enemigo.

Revista comunista de análisis y debate