Poemas de Pablo Stasiuk
El tarareo suave, arrastradito, profundo y absurdo como el machete de Quiroga en “El hombre muerto”. El destino de sojuzgamiento punza y traspasa los tiempos. Las palabras, en su insistencia son una neblina de esperanza. Esperanza de pies fríos de pobreza.
Los puños cerrados del hombre que aquí descarga sus armas contra la insensibilidad y le escupe la cara al patrón sin miedo, nos invitan a “abrir la acequia del alma” para ser “rebeldía en grito”.
COPLAS POR ELÍAS CHANGA
Llegó en la siesta del silencio
desde el jornal maderero
con una sentencia blanca:
despido nuevo.
Puñal obrero.
Según dicen los patrones
ya no hay lugar para Elías.
No le alquilan más las manos
Con cuatro crías
espalda herida.
Se le apagó el destajo
como el verde de la tierra.
Savia en sus venas de acacio,
mano incompleta en la sierra.
Acusan que no sirve más,
que ya no lo necesitan.
Si en cada tabla dejaba
aserrines de su vida.
Vuelve el fantasma del hambre
en vuelo hacia su querencia.
Tormenta sobre su nido,
llanto de infancias,
mesa de ausencias.
Al presentir el desvelo
changa de obraje salteado.
Elías sueña a sus hijos
tomando el mundo
entre sus manos.
EL TAREFERO
El sol que despierta el rancho como campana
te empuja al fuerte trabajo de la mañana
Entonces van todos juntos rumbo al raleo
por un puña’o de monedas que no son nada.
Cargás la ponchada llena de hambre y olvido
volviendo de la tarefa junto a tus hijos.
Dos manos llenas de tajos por donde brota
la pobreza que te acuna en el rancherío.
A lomos de un plato e’ sopa caen dormidos
después de charlar silencios con el destino.
Por una grieta hasta el catre llega una estrella
y todos sueñan un sueño que es siempre el mismo.
Poder descansar sin horas algunos días,
llenar la mesa que a diario se ve vacía,
ver llegar a tus hijos hasta la escuela
esquivando éste destajo que los castiga.
Perdón si el chamamecito no es bailantero
pues viene a cantar las penas del tarefero
de sol a sol despuntando con su tijera
sin tiempo pa’ libertades ni para juegos.
A lomos de un plato e’ sopa caen dormidos
después de charlar silencios con el destino.
La luna canta la muerte de tu cansancio
soñándole a tus gurises otro camino.
OBRERO DE LAS HARINAS
En medio e’ la madrugada
deja su casa en silencio
se va camino a la leña
que dora en el horno
hastíos del tiempo.
Panadero de la noche
paseándose por los vinos
canta una zamba dormida
que habita en la harina
que amasa su vida.
En las siestas mercedinas
se siente el silbido del Ángel del pan.
Anda embruja’o por los vinos
y apaga en un grito su llanto de sal.
Subido a su bicicleta
parece un Quijote herido,
suelta en un tinto su canto
dejando en sus panes
perfume de olvidos.
Ángel, profeta del trigo,
obrero de las harinas.
Es tu recuerdo sonrisa
canción en el viento
que cuenta tus días.
PEDRO ARPEGIO
Siguen el vuelo del vaso hacia su boca
sus manos de albañil, dedos gastados,
recién dos días van de la quincena
y ya anda mendigando vaso fiado.
Camina y disimula la torpeza
el vino lo ha llenado de inocencia
su vida es un ensayo de otra vida.
Mas que vida, lo suyo ya es sentencia.
Cuando el patrón de Pedro
lo cruza por la calle
lo convierte en Pedro el invisible
pero el lunes, en el cielo del andamio
es simplemente Pedro,
imprescindible.
Pedro siente ser dueño de las riendas
de un alazán que él cree ya domado
no sabe que el alcohol es potro libre
que hacia al abismo cabalga desbocado.
Pedro constructor, mago y guitarra,
se convierte en arpegio con un vino,
mañana será un trozo de recuerdo
en el cemento volverá a sonar rasguido.
TONADA SIN PATRÓN
Si entre la desesperanza, amigos,
abro las acequias de mi guitarra
es porque pienso que la tonada
es calle de tierra mojada.
Suelto las compuertas de la poesía
para sembrar cogollos por las hileras
con espaldas de sol curtidas
y el ritmo zonda de las tijeras.
Entre brisas huarpes llamo
en mi patio a guitarrear
aunque el destajo del día
solo ordene descansar.
Cosechar tonada alegre
para que escuche el patrón…
que sepa que no se venden
los versos de éste fogón.
……………………………………….
El sonido de los cerros
entre seis cuerdas levanto,
y el cansancio de la hilera
se hace tonada en mi canto.
En la sangre que me habita
mezcla de huarpe y peruano
nace el fantasma de hileras
que se me explota en las manos.
Guarda con ese patrón,
quiere que duerma temprano.
Sabe que la noche es mía
cuando le canto mis llantos.
El Zonda cruza el fogón
en una fiesta de estrellas
y en los acordes del diablo
las coplas salen más bellas.
Mañana por la mañana,
cuando la tonada duerma,
debo volver al viñedo
entre resaca y tijeras.
Ahí, entre los racimos,
abro la acequia del alma
y ya bien entrada la noche
me explota el huarpe en tonadas.
ZAFRA Y SEMILLA
Con la carga de los años en mis hombros
en el silencio de la noche fresca
me entrego al sueño, amigo y compañero,
soñando caña hasta que amanezca.
Orillando por un rato el Nazareno
me hundo en las largas hileras del ingenio
sin miedo al Familiar ni a los patrones
en mi vejez no caben esos cuentos.
Es la historia de mi carne ya cansada,
el patrón me ha sacao’ lo que ha querido
como el trapiche va exprimiendo cada hebra,
soy un despojo del vino mal bebido
he quedao’ como un puñado de bagazo,
¿Cómo arder, si soy ramita del olvido?
A medida que me adentro entre la caña
hay un chasquido que corta mi silencio
un silbido de máquina y de muerte
un viento frío de abandono cosechero.
Si mi vida se hizo zafra entre lamentos
quiero, en mi muerte, como puño de cenizas
que me suelten bien arriba en el Bermejo
no ser zafra nunca más, y ser semilla.
ZAMBA DE JUAN SIN TRABAJO
Cuando se escapa el trabajo
las manos son dos silencios
y van a secar los llantos
que broten llenos de tiempo.
Sin vino que traiga ausencias
siembra y cosecha a destajo
nada le importa al patrón
lo ha dejado sin trabajo.
Juan no sabe de milagros
nació huérfano de tierra
por eso alquila su espalda
en las jornadas labriegas.
Y juan que es pura obediencia
junta sus cosas, se vuelve
y en el viento del camino
se imagina un Juan rebelde.
Cuando llegue con sus hijos
jardín de Juanes chiquitos
se jurará no podarlos
de rebeldías en grito.
ZAMBA Y MADERA
Pedro acaricia la tabla en su largura
buscándole la huella a contra viento
paseando en el gramil por su cintura
le encuentra a la madera sus silencios.
La mano incompleta de su oficio
se sumerge en la estría de la veta,
mientras la zona de nudos torrentosos
resiste la embestida de la sierra.
Porque nació lapacho y carpintero
como su padre y de madre jornalera,
es música el incienso entre sus manos.
No hay secretos entre él y la madera.
Como un pintor, con gubias y formones,
sobre el nogal añejado en los altillos
dibujó una paloma en pleno vuelo
en el cielo de la cuna de sus hijos.
También hizo la mesa donde comen
y el tren de algarrobo con que juegan.
Pedro es savia y sangre que se juntan,
Pedro es veta de carne en la madera.
ESE DEL MATADERO
Ese que habita la madrugada
pedaleando despacio
hacia el cansancio
marca tarjeta
saluda a desgano
y se pone en la fila
del destajo.
Se calza el delantal
un par de guantes,
deja de ser
el que era antes
y se convierte lentamente
en un verdugo.
Del corral ingresa
el primer condenado.
Le apoya la pistola
en la cabeza
y en un golpe sordo
lo desploma.
Un gancho en el garrón
que se lo lleva,
y vuelta a repetir
la misma historia.
A veces,
de tan emparentado
con la muerte,
se le hace que es él,
el está del otro lado,
que un golpe helado
lo hace hincarse
manso.
Pero no,
suena sirena
y el hombre de la muerte
va al descanso.