Una aproximación al Libro de Mark Fisher “Realismo Capitalista”

Mark Fisher

Bianca Gatti
Verónica Maddoni
Eduardo Ibarra

“A mi entender, el realismo capitalista no puede limitarse al arte o al modo casi propagandístico en el que funciona la publicidad. Es algo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos.” Mark Fisher

Realismo capitalista es un estudio sobre la forma en que opera y se reproduce la ideología, comúnmente llamada neoliberal. Mark Fisher comprende que, así como los métodos de producción y las formas de reproducción del capital van cambiando a través de las distintas etapas históricas, la ideología también modifica sus mecanismos de disciplinamiento sobre los que actúa la clase dominante.  

Para desentrañar estos mecanismos ideológicos del capitalismo contemporáneo, el autor analiza, comparativamente, la etapa industrial fordista y el método contemporáneo de producción post fordista, tomando como referencia las manifestaciones culturales y el impacto que éstas tienen sobre la psiquis del individuo.  

Fisher desarrolla su obra a partir de la frase dicha por la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, en la que se expresa la imposibilidad de pensar una alternativa viable a las políticas neo liberales, y, también, desde la teoría del publicitado escritor Francis Fukuyama, en la que se determina el fin de la historia y de las ideologías.  

Ambos enunciados, proclamados a partir de  la crisis y caída del campo socialista,  fueron el inicio de la hegemonía del capitalismo real, conocida como globalización.

Fisher descarta llamar a esta nueva etapa del capital como posmodernidad, por dos motivos. Uno porque con la derrota de los mineros en Inglaterra se produjo el fin de una alternativa al neoliberalismo y el otro porque con la caída del muro de Berlín el capitalismo penetró  todos los poros de la sociedad. Por lo tanto cree que el término posmodernidad se encuentra superado ante una nueva realidad capitalista.

Como representación, a modo de conclusión, de este nuevo panorama toma prestada la frase, adjudicada tanto a Jameson como a Zizek, en la que se menciona que es más fácil pensar el fin de la humanidad que el fin del capitalismo, para plantear que no hay alternativa. Desde la cual se deduce, también, que el capitalismo no tiene nada más que proponer a la humanidad sino su propio y catastrófico fin.

El determinismo neoliberal, del que tanto se ufanaron los acólitos del fin de la historia, devino en fatalismo, por ser un esquema en que el individuo se encuentra obturado ontológicamente en su propio ser y desamparado dentro de nuevas relaciones en las que desarrolla su vida privada y pública.  

Fisher, al tomar como referencia determinadas obras artísticas contemporáneas, pone en manifiesto la incapacidad del sistema de producir hechos innovadores, más allá de la preservación de lo existente y la constante repetición de modelos preconcebidos.

En este contexto el individuo vive un presente perpetuo sin memoria narrativa, pero con memoria funcional a partir de un recorte histórico basado en la técnica, el comportamiento repetitivo y los estímulos del deseo constante. Por lo que la conservación del recuerdo productivo opera sobre la memoria como un recorte temporal, entre pasado y futuro, que anula toda posibilidad de generar nuevas realidades. 

Esta capacidad, de borrar todas las tradiciones y subsumir el pasado, constituye el poder real del capitalismo actual, que si bien, logra anular las antiguas creencias y supersticiones, genera al mismo tiempo nuevas respuestas supersticiosas frente a su propia crisis, moldeando al individuo espectador/consumidor en la creencia del cálculo egoísta. Así el ámbito socio cultural queda subordinado a la medición monetaria. Sean rituales budistas o clases de aerobics.  

En los inicios del sistema capitalista, Marx supo develar la trama social que posibilitaba la uniformidad de las mercancías como valor de cambio por sobre el valor de uso, para intercambiar distintos productos por medio de la equiparación del trabajo abstracto. Fisher demuestra que, a diferencia del capitalismo del siglo 19, el capitalismo tardío no sólo mercantiliza la fuerza de trabajo por un determinado tiempo de producción, sino que también subsume todos los ámbitos no productivos de la vida del individuo. 

Dentro de este panorama, de profundización y extensión de la productividad, la transición del modo de producción fordista al post fordismo, junto a la implementación de las nuevas tecnologías comunicacionales, conforman los pilares fundamentales de la mercantilización de la totalidad de la vida del individuo. 

Los nuevos “mecanismos” ideológicos producen una profunda modificación en la organización social, en la que la funcionalidad del Estado y la estructura psíquica del individuo son atravesadas por la lógica del mercado.

El ordenamiento de la sociedad 

Partiendo de la premisa que ninguna ideología puede ser eficiente sino es naturalizada por la mayoría de los que componen una sociedad, las nuevas normas que instaura el neoliberalismo (realismo capitalista a decir de Fisher) ya no parten de un orden jerárquico sino de una suerte de horizontalidad de responsabilidades compartidas. A diferencia del panóptico de Foucault, donde el  poder disciplinario residía en la centralidad omnipresente y externa, los nuevos métodos de control y vigilancia se despliegan a partir del autocontrol y la transversalidad. La hiperconectividad, junto a la recolección de datos (big data), van generando formas más eficientes de manipulación de las conductas y los deseos, que son incorporados por el individuo como propios. La necesidad de estar conectado permanentemente a las redes sociales implica el control del tiempo dentro de la lógica productiva, la cual modela formas de comportamiento como normas implícitas en la vida de cada individuo y lo coloca en el rol de disciplinador como de disciplinado.

La conectividad permanente, ya sea creando, compartiendo o consumiendo contendidos virtuales, se reproducen a partir del comportamiento mimético a los procesos productivos, que junto con nuevas formas de autocontrol opuestas al ocio privado e improductivo, se despliegan en formas de redes disciplinarias sin una autoridad monolítica aparente.

La sociedad deja de tener al Estado como eje ordenador para pasar estar regida dentro de un modelo organizativo empresarial, aparentemente no burocrático y con métodos procedimentales horizontales. 

Cada ámbito de la sociedad y de la vida privada de los individuos pasan a estar administrados bajo la lógica empresarial, ya sea la salud,  la educación o esparcimiento, mientras que, al mismo tiempo, se subordina la actividad política a las reglas del mercado bajo la premisa de una mayor eficiencia y transparencia.

Si bien el autocontrol y el control en red conforman los nuevos mecanismos más efectivos del capitalismo tardío, la represión y la violencia continúan ocupando un espacio dentro de las relaciones sociales, pero direccionadas a sofocar o contener el descontento de las clases subalternas.

Las formas aparentemente democráticas que propone el neoliberalismo, promueven la reducción del espacio público hacia un ámbito exclusivo de represión, anulando así toda posibilidad de la acción política como fuera entendida hasta finales del siglo XX. Frente a las nuevas formas de violencia que ejerce el realismo capitalista, Fisher ironiza al decir que pueden convivir cadenas de cafeterías al lado de campos de concentración.

A diferencia de otros sistemas, el capitalismo puede contener y hasta convalidar todo tipo  de críticas, mientras éstas permanezcan dentro del fuero interno o sean sólo expresiones de disconformidad. Se puede ver series y películas contra Wall Street o sobre la vida del Che Guevara, siempre y cuando sea por Netflix.  Por  eso, Fisher, al mencionar que el capitalismo funciona mejor mientras no se lo menciona, deja entrever que la normalización del sometimiento es la mejor forma de dominar sin que el sometido de cuenta de su condición.

Por otro lado, el capitalismo, que siempre necesitó de la familia como núcleo de reproducción de la fuerza laboral, en la actualidad la socava al imponer una cantidad infinita de responsabilidades externas que imposibilitan la consolidación afectiva y reducen el tiempo necesario para la relación entre padres e hijos.  

Dentro del plano ideológico, la moral, que ha sido el eje central de los partidos conservadores y de las religiones occidentales tradicionales, es reemplazada por la primacía del sentimiento y la emotividad. Los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, se han plegado a esta nueva cultura de relativismo y del cambio permanente, en la que no se apela a ideas fuerza sino a percepciones cambiantes[i].

A diferencia del conservadurismo, donde la moral era impuesta por una autoridad externa y central, en el neoliberalismo, la moral se rige por la emotividad laxa pero unívoca.

A pesar de las diferencias, aparentemente antagónicas, la unión de ambas corrientes políticas tuvo como finalidad por un lado, hacer del individuo un sujeto descreído de la política pero volcado al consumo, y por el otro, la de socavar el propio régimen democrático.

 El Estado y la nueva burocracia empresarial

Si bien el leitmotiv del neoliberalismo fue siempre el ataque a la burocracia estatal y el achicamiento del propio Estado, la implementación de las políticas de ajuste, con la reducción del aparato estatal y del espacio público, generaron el surgimiento de una nueva burocracia empresarial mucho más numerosa y con mayores instrumentos de control. Bajo el slogan de la libertad individual, nada escapa al control de la nueva metástasis burocrática empresarial, la cual fue el resultado de la transformación del estalinismo estatal en un estalinismo empresarial, similar a la figura lacaniana del gran Otro.

Para Fisher el gran Otro forma parte de la ficción colectiva en la que la autoridad nunca se muestra directamente, sino, a través de representantes[ii]. Su eficacia reside en el desplazamiento de responsabilidades por medio de un laberinto de capas gerenciales, que posibilita ocultar su identidad. Los Procedimientos y los métodos articulan el entramado burocrático al cual el trabajador se enfrenta[iii].

En el estalinismo empresarial la burocracia no tiene una estructura definida ni basada en rígidos estamentos, sino que se despliega bajo una continua reproducción de normas que moldean el comportamiento organizacional y transforma a los trabajadores en sus propios auditores. La comunicación permanente y el trabajo “portátil”, junto a infinitas evaluaciones de rendimiento, forman parte de los métodos de control de la vida privada.

Esta nueva ingeniería burocrática funciona a través de metas indefinidas y constantes cuyo rendimiento, por parte de los trabajadores, nunca es alcanzado definitivamente[iv]. Siempre hay nuevos objetivos que implican una mayor carga de compromiso y tiempo, que son asumidos por los trabajadores como propios y deseables. Por lo tanto ninguna decisión es conclusiva.

Los recursos que se asignan a partir del alcance de metas, relega como anomalías a aquellos que no logran alcanzarlas[v].

En el mundo capitalista actual los objetivos y las metas se reproducen infinitamente a partir de la ritualización simbólica sustentada en las apariencias de las relaciones públicas y el marketing. Y el Estado, como enemigo central del neoliberalismo, termina siendo un elemento necesario para volcar y achacar todas las falencias del propio capitalismo. Así, la responsabilidad de la clase empresarial termina siendo barrida por debajo de la alfombra del Estado, que funciona como chivo expiatorio.

Si bien el post fordismo, sustentado en la revolución tecnológica y en la hiper productividad, fue esencial en la conformación del capitalismo real, la lucha de los trabajadores, por no permanecer anclados de por vida a una misma fábrica, dio, en parte, sustento a la precarización y rotación permanente. Por lo cual, en el capitalismo real, el trabajador se transformó en un elemento descartable.

Lo que pudo ser un logro emancipatorio se transformó en la imposibilidad de planificación del futuro y de estabilidad laboral de los trabajadores.

El capitalismo autoimpuesto

El capitalismo real es el que surge frente la falta de alternativas posibles y cuando se han consumido todas las historias previas, poniéndole precio a cada uno de los aspectos de la vida humana.

En el realismo capitalista no hay alternativa posible, porque hasta las manifestaciones antisistema han sido absorbidas por el propio sistema. Como menciona Fisher, Nirvana puede expresar su disconformidad a través de la cadena de multimedios en MTV.

¿Qué significa que no hay escapatoria dentro del capitalismo real? Significa que el capitalismo ya  no se limita sólo al tiempo de producción y de consumo para reproducirse, sino que ha abarcado hasta el inconsciente del individuo, dominando las emociones y los deseos de todas las clases sociales. No hay escapatoria porque cada individuo es su propio control.

El trabajo, al no encontrarse enmarcado en un tiempo determinado de producción, desborda hacia todo ámbito social y personal. Esto quiere decir que las conductas y  los comportamientos de las personas son los que están siendo moldeados, como si toda la vida estuviese regida por la productividad.  

En este mundo ordenado por la productividad compulsiva y donde las normas se rigen bajo el concepto de los negocios, el individuo sólo puede tratar de sobrevivir.

Por lo tanto la incapacidad de lograr plantear una alternativa concreta, conjuntamente a la imposibilidad de escape y resistencia, provocan el surgimiento de distintas patologías. Patologías que el capitalismo toma como enfermedades exclusivas de índole particular, desconociendo las verdaderas causas que las producen.  

Fisher destaca que ante esta situación el sistema recurre a un amplio andamiaje de métodos que, por un lado ocultan la verdadera causa de los trastornos sociales, y por el otro generan negocios con placebos para paliar los síntomas.  Dentro de estos métodos encontramos a las prácticas seudociéntificas como las disciplinas empresariales, el coaching, los libros de autoayuda, las creencias esotéricas tipo new age,  las medicinas alternativas, la neurociencia o la farmacología psiquiátrica, las cuales toman a cada individuo como un ente en sí mismo aislado de su entorno social. Lo que implica que cada persona es la responsable de su enfermedad y de su cura, al igual que la disciplina empresarial que hace responsable al trabajador por su fracaso o por su éxito.

El individuo aislado pasa a ser culpable por la falta de estabilidad emocional y por los logros no alcanzados. Todo medido por la regla meritocrática.

Más allá de lo que subyace por debajo de la imagen que requiere el realismo capitalista, la proliferación de las disciplinas individualistas y de la farmacología psiquiátrica, no hacen más que reproducir las enfermedades que provoca el sistema, a través de un círculo vicioso de cuanto mayor número de patologías mayor cantidad de psicotrópicos y de prácticas seudocientíficas.

Ahora bien. ¿Cuáles son las causas y las patologías que provoca el sistema? Para Fisher el control autoimpuesto a través de la cooptación de las emociones, por parte de las normas empresariales, genera un sujeto aislado y en constante necesidad de estímulos. Dentro de este entramado las redes sociales forman parte de los nuevos comportamientos, donde cada like o la conectividad permanente reproducen las prácticas del hacer constante y del reconocimiento. El no estar conectados implica la noción de pérdida del tiempo productivo, mientras que el no reconocimiento provoca la desmotivación hedónica, lo que genera un trauma en las nuevas generaciones, que Fisher llama

Hedonía depresiva, que consiste en la necesidad compulsiva de hacer cosas que sólo den placer. Cuando no se logran los objetivos y no se obtienen los estímulos estipulados por el sistema, la juventud caen en una lasitud hedónica (o anhedónica) utilizando las redes, los juegos virtuales, etc., como forma de escape o narcosis[vi].

La depresión ante la falta de estímulos forma parte de una cadena de trastornos que llevan a la bipolaridad y la esquizofrenia.

La impotencia, frente a una realidad que los jóvenes pueden llegar a comprender pero no cambiar, provoca la apatía y la falta de reflexión ante análisis complejos. La pérdida de la memoria narrativa y un presente repetitivo es consecuencia del reemplazo del pensamiento crítico por la decodificación superficial de imágenes y datos[vii].

Ante esta nueva realidad capitalista la escuela ha perdido el poder de adoctrinamiento, frente a una matriz comunicacional permanente. Las instituciones educativas ya no  funcionan como aparato ideológico del Estado, como supo comprender Althusser.  

Fisher califica a la escuela como aulas post disciplinarias, donde la educación interrumpe la continuidad de sensaciones y estímulos, sin ofrecer otro tipo de contenido que motive al estudiante. Los déficits en la atención y la hiperactividad, en los alumnos, son tratados como trastornos de la personalidad y no como la consecuencia de la nueva cultura del capitalismo real.

Nota final.

Para Fisher el capitalismo ha logrado imponer su ideología al vender una imagen, que poco tiene que ver con su realidad.

Precarización, deslocalización, emprendedurismo forman parte del andamiaje donde se edifica la naturalización de la ideología neoliberal y desde donde se ocultan las causas de los problemas sociales.

Por eso no hay posibilidad de alternativa ante un sistema que no tiene nombre, pero que es tomado como propio.

Frente al capitalismo real, Fisher propone a la izquierda un planteo más audaz que la vieja retórica estatista o recuerdo melancólico (a decir de Enzo Traverso).

Para Fischer la propuesta de anteponer el estatismo al neoliberalismo reafirma el discurso del realismo capitalista, por lo cual reclama, implícitamente, lo mismo que hace cien años proclamaba Carlos Mariátegui: Ni calco ni copia sino creación heroica.  


[i] Las mediciones de rating en los programas de tv, los likes o visualizaciones en las redes y las encuestas de medición de los candidatos políticos, dan cuenta de esta nueva cultura del posmodernismo realista.

[ii] Un ejemplo de esto son las nuevas formas de atención al cliente que las compañías de servicios realizan a través de medios telefónicos impersonales.

[iii] Si quisiéramos representar en una novela esta nueva forma de poder impersonal, podríamos utilizar la figura de un oficinista que trata de elevar, hasta la más alta autoridad de la empresa, su inquietud o reclamo. Para lograr su objetivo tendrá  que sortear un sin número de procedimientos y recorrer varios escalones jerárquicos, que funcionan muros de contención. La voluntad de nuestro protagonista no se detendrá ante los impedimentos hasta lograr dar con la oficina donde se encuentra la autoridad central. Pero cuando logra llegar a la última puerta que encierra el rostro secreto del poder, descubre que sólo hay mesas y sillas vacías. 

[iv] Fisher compara al trabajador con el personaje de Kafka, el cual vive permanentemente en un juicio en el cual  nunca se llega a una sentencia, por lo que se prolonga indefinidamente la sensación de estar siendo juzgado constantemente. Esa indefinición es el control que se ejerce sobre el individuo y no la sentencia. 

[v] Esto es muy sintomático en el  caso de la Argentina donde se considera a los desocupados como responsables de la crisis económica, mientras que se padece de amnesia con respecto a los empresarios que incrementan sus riquezas defraudando al Estado y vaciando las cuentas públicas.

[vi] La narcosis es la pérdida momentánea de la conciencia provocada por algún tipo de narcótico.

[vii] Esto explica porqué los grandes “ganadores” del capitalismo son los que han logrados imitar conductas y modelos

Revista comunista de análisis y debate