La vía precaria del capitalismo mafioso argentino

Por Jorge Beinstein

Reflexiones para la resistencia popular

A partir de su llegada a la presidencia Macri encabezó una ofensiva que apunta hacia la conformación de una dictadura con rostro civil, convergencia mafiosa de camarillas empresarias, judiciales y mediáticas monitoreada por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos. Pero lo que demuestran los primeros meses del proceso es que esa marcha objetiva tropieza con numerosas dificultades que amenazan convertir a la aventura reaccionaria en una gigantesca crisis de gobernabilidad.

El huevo ya ha generado a la serpiente, la ruptura del cascarón se produjo el 10 el diciembre de 2015, no es todavía un animal maduro aunque ya ha comenzado a deslizarse triturando algunas presas, le va tomando el gusto a su nueva vida y se prepara para cacerías mayores. El contexto de su desarrollo es una recesión económica que se prolongará hasta convertirse en depresión, es decir en un funcionamiento económico de baja intensidad con altas tasas de desocupación, salarios reales muy reducidos y baratos en dólares. Ello impulsará (ya lo está impulsando) un desarticulación social cuya magnitud prevista no tiene precedente en la historia argentina. No se trata del retorno del viejo neoliberalismo de los años 1990 ni mucho menos de una imitación del régimen oligárquico de fines del siglo XIX, sino de la tentativa de instauración de un sistema caótico manipulado, parasitado por elites mafiosas.

Los tiempos han cambiado, la “doctrina de la seguridad nacional” vigente en la época de Videla y Pinochet coincidía con la visión militar-profesional del Imperio, se trataba del control milimétrico de la sociedad colonizada, del funcionamiento ordenado de un cuartel y coincidió históricamente con la última etapa del predominio en los Estados Unidos del “complejo militar-industrial” tradicional, alianza entre la gran industria armamentista y los altos mandos militares subordinando a las elites políticas. Resultado del keynesianismo militar que marcó a la superpotencia desde la Segundo Guerra Mundial y que entró en decadencia en los años 1980. Más adelante el “Consenso de Washington” reinó durante la era de Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello y Cardoso en Brasil señalando el auge de la financierización de la economía y de la política a nivel de los Estados Unidos y del conjunto de potencias dominantes sin por ello dejar de lado a la componente militar que comenzó a transformarse.

Esos dos momentos trágicos expresaron la afirmación del sometimiento colonial de Argentina, el primero con formato militar-dictatorial y el segundo con rostro civil-constitucional, que se correspondieron con diferentes configuraciones imperialistas: en el primer caso con un imperialismo norteamericano industrial ascendente, disputando la Guerra Fría y en el segundo con la presencia de la única superpotencia global que venía de ganar esa guerra y que se aprestaba a ejercer la hegemonía planetaria. Aunque al mismo tiempo se financierizaba, el parasitismo empezaba a corroer el sistema degradando sus pilares productivos, instalando la cultura del consumismo desenfrenado.

Esa prosperidad malsana contagió a elites periféricas como la de Argentina… mientras Bill Clinton se entretenía con Mónica Lewinsky en la Casa Blanca, Carlos Menem y María Julia Alsogaray replicaban a niveles más bajos las hazañas de sus jefes. En los Estados Unidos la fiesta se convirtió en ola militarista desde 2001 y la mega burbuja financiera estalló en 2008, en las pampas sudamericanas el show se convirtió en recesión la que a su vez culminó con un gran desastre económico, social e institucional en 2001.

La llegada de Macri a la Casa Rosada significa el sometimiento integral de Argentina a los Estados Unidos, el hecho no se corresponde con el auge global del Imperio sino con su decadencia, su degradación económica y social, su retroceso geopolítico internacional que busca ser parcialmente compensado mediante una estrategia de control total de su patio trasero latinoamericano asegurando la súper explotación de recursos naturales decisivos como el petróleo, el gas, el litio, el oro y otras riquezas mineras así como los grandes acuíferos y vastos territorios fértiles para la producción de agrocombustibles. Pero también para introducir a la región como pieza propia de su juego global: como señuelo para sus socios europeos en la OTAN o como retaguardia segura en el armado del “Acuerdo Transpacífico”.

Este imperio ya no es el de la hegemonía militar-industrial sino el de la decadencia comandada por la burguesía financiera, sobreviviendo con bajas tasas de crecimiento productivo, parasitando sobre el resto del mundo, incapaz de movilizar a su población detrás de sus aventuras militares y en consecuencia cada vez más dependiente del reclutamiento de mercenarios extraídos de las cloacas de todos los continentes mientras multiplica sus fuerzas operativas profesionales clandestinas. La lumpenburguesía imperial (burguesía imperialista degradada) no busca instaurar una jerarquía mundial estable reproduciéndose en el largo plazo sino depredar recursos naturales, saquear estados, destruir defensas sociales periféricas extendiendo formas caóticas, desestructurantes, desintegradoras de identidades nacionales y culturales. A esa configuración lumpenimperialista le corresponden decadencias periféricas recargadas como la que actualmente comienza a sufrir Argentina.

De la recesión a la depresión

El año pasado el FMI había pronosticado para Argentina un crecimiento económico real negativo de 0,7 % para 2016, pero ya instalado el nuevo gobierno el organismo corrigió a la baja esa anticipación llevándolo al -1 %. De todos modos cuando observamos las caídas que ya se han producido en indicadores decisivos desde diciembre de 2015 es posible bajar aún más esa cifra hacia el -3 % o más bajo aún independientemente del dibujo estadístico que presente el INDEC cuando reanude sus publicaciones. En enero de 2016 la recaudación del IVA declinó en términos reales en torno del 10 % respecto de enero del año anterior (si hacemos una suerte de promedio ponderado entre las diferentes mediciones de inflación) lo que señala una clara disminución en el consumo privado1 y en consecuencia de la actividad industrial. La Universidad Torcuato Di Tella calcula un “índice de confianza del consumidor” (con metodología similar a la utilizada en la elaboración del índice de la Universidad de Michigan) que señalaba para diciembre de 2015 una caída del 9 % respecto del mes anterior, en enero de 2016 la declinación parecía suavizarse con un -1,6 % pero en febrero se hundió un -15,6 %2.

Por su parte la cámara que agrupa a los supermercados “chinos” (Cedeapsa) señaló a comienzos de Marzo reducciones en las ventas en volumen en sus casi diez mil bocas de expendio en Argentina del orden del 10 % respecto de sus niveles habituales, los grandes supermercados registraban mermas similares3.

La fuerte caída de los salarios reales, causada entre otros factores por la megadevaluación, los aumentos de las tarifas de electricidad y la eliminación o reducción de retenciones y sus impactos inflacionarios (cuyo efecto multiplicador sobre el sistema de precios se amplifica a medida aumenta su inestabilidad), está siendo en parte corregida por los aumentos salariales – paritarias mediante – pero ese alivio es efímero ya que la inflación prosigue su marcha al ritmo de las presiones de los grandes grupos económicos.

Si a todo esto agregamos la suba de las tasas de interés y los despidos masivos en la administración pública (que empiezan a ser seguidos por el sector privado) tenemos un panorama recesivo provocado por el gobierno cuyo objetivo principal es reducir los salarios reales y su valor en dólares.

En los primeros meses del gobierno macrista el deterioro fue amortiguado de manera virtual mediante una avalancha mediática que ocultó como pudo los desastres y cuando no fue capaz de hacerlo se los achacó a los males heredados del gobierno anterior, pero esa manipulación tiene una vida corta, la recesión en curso terminará dentro de no mucho tiempo por afectar de manera muy severa necesidades elementales de las clases bajas y medias, en esas circunstancias el juego comunicacional habrá perdido buena parte de su eficacia y los medios deberán buscar otras vías de acción-confusión. Uno de los problemas que tendrán que resolver es que la recesión actual no viene precedida por una situación caótica (como la hiperinflación del alfonsinismo terminal) ni por un estancamiento prolongado, no existió un proceso de degradación social acostumbrando a la población a las malas novedades sino una caída brusca en el nivel de vida de las clases bajas y del grueso de la clases medias.

La avalancha de cambios ha desatado en algunos círculos el debate en torno del supuesto “modelo de desarrollo” que la derecha estaría intentando imponer. Decretos, endeudamientos, subas de precios y despidos se han sucedido de manera vertiginosa, buscarle coherencia estratégica a ese conjunto es una tarea ardua que a cada paso choca con contradicciones que obligan a desechar hipótesis sin que se pueda llegar a una conclusión mínimamente rigurosa. En primer lugar la contradicción entre medidas que destruyen el mercado interno para favorecer a una supuesta ola exportadora evidentemente inviable ante el repliegue de la economía global, otra es la suba de las tasas de interés que comprime al consumo y a las inversiones a la espera de una ilusoria llegada de fondos provenientes de un sistema financiero internacional en crisis que casi lo único que puede brindar es el armado de bicicletas especulativas.

Algunos han optado por resolver el tema adoptando definiciones abstractas tan generales como poco operativas (“modelo favorable al gran capital”, “restauración neoliberal”, etc.), otros han decidido seguir el estudio pero cada vez que llegan a una conclusión satisfactoria aparece un nuevo hecho que les tira abajo el edificio intelectual construido y finalmente unos pocos, entre los que me encuentro, hemos llegado a la conclusión de que buscar una coherencia estratégica general en esas decisiones no es una tarea fácil pero tampoco difícil sino sencillamente imposible. La llegada de la derecha al gobierno no significa el reemplazo del modelo anterior (desarrollista, neokeynesiano o como se lo quiera calificar) por un nuevo modelo (oligárquico) de acumulación, sino simplemente el inicio de un gigantesco saqueo donde cada banda de saqueadores obtiene el botín que puede obtener en el menor tiempo posible y luego de conseguido pugna por más a costa de las víctimas pero también si es necesario de sus competidores. La proclamada “libertad del mercado” no significó la instalación de un nuevo orden impulsor de una reconversión elitista-exportadora sino el despliegue de fuerzas entrópicas altamente destructivas.

Esto nos debería llevar a la reflexión acerca del significado del 10 de diciembre de 2015 visualizado por algunos como un traspié resultado de una derrota electoral por escaso margen y por otros como el producto de una manipulación mediática prolongada combinada con operaciones de la mafia judicial, de grupos económicos concentrados y del aparato de inteligencia de los Estados Unidos. Esta última evaluación está más cerca de la realidad sin embargo es insuficiente, el “golpe blando” existió (lo que pulveriza la presunta legitimidad democrática del gobierno actual) pero falta explicar porque fue exitoso.

Ciñéndome a ciertos aspectos económicos del tema observo que el motor externo empezó a enfriarse desde 2012 luego de la breve recuperación de la recesión global de 2009, la situación se agravó desde mediados de 2014 cuando los precios de las commodities cayeron en picada, la economía pasó a una etapa de crecimientos anémicos sostenidos por el mercado interno, la tasa de crecimiento real anual promedio durante el período 2003-2007 había sido del orden del 8,7 %, durante la recuperación de 2010-2011 llegó al 8,9 % y en el período 2012-2015 bajó al 1,2 % (con 0,5 % aproximadamente en 2014 y en 2015)4. Los grandes exportadores aumentaron sus presiones destinadas a obtener en la economía nacional beneficios que les permitieran compensar las menores ganancias externas convergiendo con intereses financieros y agrupando al conjunto de la derecha mediática, judicial y política, se trató de una jauría que se fue envalentonando a medida que su enemigo perdía espacio económico y que se acentuaba la crisis global.

Los equilibrios del gobierno fueron cada vez más inestables, las compuertas neokeynesianas que bloqueaban la marea comenzaron a sufrir fisuras para finalmente desmoronarse, la candidatura presidencial de Daniel Scioli fue una opción defensiva y débil que no pudo evitar el derrumbe.

“Teóricamente” la encerrona era evitable sobre la base de una enérgica reactivación planificada del mercado interno apuntalada por el control estatal del comercio exterior, el mercado de cambios, el sistema financiero y la formación de precios internos, más aún esa estrategia aparecía como necesaria a partir de los escenarios más previsibles derivados de la crisis global de 2008 y la recesión de 2009 y urgente desde 20125.

Sin embargo esa alternativa teórica no tenía nada que ver con el perfil ideológico y los compromisos políticos locales y regionales del gobierno ya que la misma significaba ni más ni menos que una ruptura estratégica con los grupos económicos dominantes y sus extensiones globales, es decir con el capitalismo argentino real estructurado en torno de un reducido número de grupos financierizados y transnacionalizados articulando a un núcleo duro de clases altas y medias-altas (que a su vez arrastraban –bombardeo mediático mediante- a una espacio social más vasto), por mucho menos se había ganado su hostilidad. El grueso de la dirigencia justicialista y sus principales aliados no estaban dispuestos a correr semejante aventura.

Cierto kirchnerismo de izquierda y cierta izquierda prokirchnerista solían reclamar de tanto en tanto la “profundización del proyecto” entendida como izquierdización, se trataba de un autoengaño o una hipocresía (las fronteras entre ambas actitudes son borrosas) que les permitía formar (o creer formar) parte del poder político. La conducción del kirchnerismo nunca había planteado, ni siquiera insinuado, traspasar los límites del sistema, su mayor osadía fue la tentativa fracasada de democratización de la estructura mediática eficazmente bloqueada por la mafia judicial. Pero así como ese izquierdismo quedó atrapado en el pantano de las ambigüedades, el otro izquierdismo progresista, antikirchnerista rabioso (cuya expresión más importante es el FIT), navegó entre discursos duros, sometimiento a los mecanismos institucionales y convergencias tácticas con lo más corrupto de la burocracia sindical. Por ejemplo el acompañamiento a huelgas orquestadas por las CGT de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo apuntaladas por centrales empresarias y los medios de comunicación dominantes que formaban parte de la estrategia de desgaste del kirchnerismo y de acumulación de fuerzas para la llegada de Macri al gobierno. Nos encontrábamos por consiguiente con un espacio kirchnerista y dos izquierdas (una oficialista y otra opositora) completamente atrapados en la jaula del sistema y sus adornos legales que la propia derecha, el amo estratégico, suele transgredir de tanto en tanto.

Macri, depresión y después

La recesión ha llegado y diversas señales nacionales e internacionales nos indican que lo hizo para quedarse durante un largo (e indeterminado) período, nos encontramos ante el comienzo de una depresión económica resultado de la reproducción de un sistema que ha ingresado en una fase de contracción más o menos desordenada, más o menos marcada por la apatía o la rebeldía popular según lo disponga la dinámica social donde intervienen factores culturales locales no siempre visibles así como cambios internacionales de difícil pronóstico.

Una referencia importante es la de la salida de la recesión desde 2003, en ese período convergieron dos factores principales: el alza de los precios internacionales de las commodities y la reanimación del mercado interno. El “motor externo” fue impulsado por un auge de mercados emergentes como los de China o Brasil entre otros lo que permitió una mejora sustancial de las cuentas externas de Argentina. El índice de precios de las commodities del FMI, por ejemplo, señala subas notables en esos años (creció un 23 % entre 2003 y 2004, 25 % entre 2004 y 2005, 20 % entre 2005 y 2006, entre 2003 y 2007 el índice subió 107 %)6. impulsadas no solo por la expansión de la demanda sino también por el crecimiento de la especulación financiera. Las operaciones globales con productos financieros derivados basadas en commodities llegaban en Diciembre de 2003 a 1,4 billones de dólares, en Diciembre de 2,5 alcanzaban los 5,4 billones, en Junio de 2007 llegaban a 8,2 billones y en Junio de 2008 a 13,1 billones de dólares 7.

El “motor interno” funcionó empujado por el ascenso de los salarios reales y de los ingresos de las capas medias. El salario real promedio había caído un 28 % entre 2001 y 2003 pero subió 6,9 % entre esa última fecha y 2004, un 7,8 % entre 2004 y 2005, 12 % entre 2005 y 2006 y 6,4 % entre 2006 y 20078, como consecuencia de este ascenso continuo el consumo privado que había descendido de 248 mil millones de dólares en el año 2000 a 79 mil millones en 2002, empezó a subir en 2003 (103 mil millones de dólares) y siguió creciendo hasta llegar 262 mil millones en 20089 lo que a su vez hizo expandir al tejido industrial. La economía argentina se recuperó creciendo a tasas excepcionales

Si el crecimiento anémico de los últimos años del gobierno anterior incentivó la voluntad de rapiña de los grupos económicos concentrados es altamente probable que la recesión actual la acentúe mucho más, al achicarse la economía como resultado de los ajustes y las transferencias de ingresos esos grupos intentarán al menos sostener su volumen real de ganancias apropiándose de una porción creciente del ingreso nacional, aunque empujados por su propia dinámica y por el ejercicio de la totalidad del poder es casi seguro que buscarán absorber un volumen real mayor. Además las medidas que buscan reequilibrar los desequilibrios provocados por las propias medidas económicas del gobierno causan mayor inestabilidad y empobrecimiento del grueso de la población. Es el caso de la tentativa de desacelerar la suba de la cotización del dólar subiendo las tasas de interés con lo que a veces se consigue frenar por poco tiempo esa tendencia pero a costa del agravamiento de la recesión y de la evasión de divisas (que provoca subas en la cotización del dólar) o cuando se pretende achicar el déficit fiscal reduciendo el gasto público (despidiendo empleados, clausurando programas, etc.) lo que agrava la recesión y en consecuencia reduce los ingresos fiscales y aumenta el déficit. En suma, nos encontramos ante un círculo vicioso de concentración de ingresos, achicamiento del Estado y hundimiento de la actividad económica.

La caída de salarios reales no alienta más inversión interna o externa desalentada por el desinfle de los mercados nacional y global (no hay alternativa exportadora). Mientras tanto el gobierno parece aferrarse ante lo que supone sería su tabla de salvación: el endeudamieno externo que teóricamente le permitiría realizar inversiones reactivadoras, pero el clima enrarecido del sistema financiero internacional comprime el espacio de los potenciales acreedores cada vez más duros ante una economía nacional deprimida. De todos modos las inversiones realizadas vía endeudamiento externo significarían alivios insuficientes frente a los efectos devastadores de las medidas de ajuste en curso y las que seguramente llegarán.

Los dos motores de la salida de la recesión en la década pasada no funcionan ahora. La políticas que buscaban contraponerse al ciclo recesivo global han sido eliminadas, Argentina fue incorporada alegremente y de la peor manera a una crisis global heterogénea donde algunas economías se desaceleran, otras se estancan y otras han entrado en recesión en una marcha general apuntando hacia una depresión prolongada.

Es posible elaborar un modelo excesivamente abstracto de estabilización del proceso depresivo bajo la forma de “economía de baja intensidad” o de “penuria” es decir una estructura económica dual con un sector popular contraído y un sector elitista exportador parasitando sobre el primero (superexplotación de los trabajadores y otros saqueos a las clases medias y bajas). Ello permitiría mantener relativamente bajos niveles de importaciones que asegurarían (no siempre) saldos positivos de la balanza comercial destinados a pagar deudas externas. Estas últimas, además de llenar las arcas de las redes financieras, podrían ser utilizadas para bloquear peligros de implosión y de revuelta social, es decir como una suerte de droga dosificada destinada a preservar la reproducción del sistema.

Ese modelo económico siniestro necesitaría de manera ineludible del apoyo de un aceitado sistema de represión y degradación de las clases inferiores, se trataría de la instalación de un neofascismo mafioso acorde con la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación (restringiéndonos a la realidad latinoamericana no está de más observar lo que ocurre en México o en países de América Central).

Dicho escenario de muy difícil pero no imposible realización empalmaría con tendencias depresivas globales lideradas por las grandes potencias capitalistas tradicionales.

En 2012 el Banco Natixis-BPCE, integrante de uno de los grupos financieros más importantes de Europa, publicaba un documento cuyo título lo decía todo: “La crisis de la zona euro puede durar 20 años” donde de manera rigurosa describía fenómenos que no podían ser superados a corto o mediano plazo como el alto nivel de endeudamiento público y privado en esos países, los deterioros estructurales causados por diversos procesos de desindustrialización o el desempleo crónico10. Cuatro años después los últimos restos de optimismo se han esfumado y ese diagnóstico forma ahora parte de una suerte de “sentido común” europeo. Desde los Estados Unidos los pronósticos no son mejores, la idea de que los países tradicionales de alto desarrollo han ingresado en una era de “estancamiento secular” se ha popularizado en las élites dominantes11.

China, cuyo mercado había sido en el pasado el principal soporte de los precios altos de las commodities, desacelera su expansión económica y está poniendo en marcha una estrategia de crecimiento hacia adentro que sin descuidar sus posiciones globales busca suavizar desajustes, ahorrar materias primas, apoyarse cada vez más en su mercado interno, privilegiar a sus socios eurasiáticos intentando así un repliegue ordenado defensivo capaz de bloquear los impactos negativos de la crisis internacional uno de cuyos detonadores parece ser el desborde financiero. No es seguro que lo logre, numerosos indicadores apuntan en sentido contrario, el “éxito” capitalista de China, su prosperidad interrelacionada con el espacio global de negocios, aparece ahora como la causa principal de su crisis.

La declinación económica viene acompañada por el ascenso de la inestabilidad: el aumento de la volatilidad de mercados decisivos, la proliferación de guerras, los deterioros institucionales en las grandes potencias, los derrumbes de estados periféricos y otros síntomas claros señalan que el planeta no se encamina rumbo a la paz de los cementerios sino hacia horizontes de alta turbulencia. Mientras tanto la bomba financiera global acrecienta su peligrosidad, actualmente el Deutsche Bank, por ejemplo, acumula productos financieros derivados por unos 75 billones de dólares, masa de papeles volátiles equivalente en 2015 a unas 22 veces el Producto Bruto Interno de Alemania y 4,6 veces el PBI de la Unión Europea12, en los Estados Unidos solo cinco grandes bancos (Citigroup, JP Morgan, Goldman Sachs, Bank of America y Morgan Stanley) acumulan derivados por cerca de 250 billones de dólares equivalentes a 3,4 veces veces el Producto Bruto Mundial o bien unas 14 veces el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos13.

De la resistencia a la revolución popular

El gobierno macrista se comporta como suelen hacerlo los llamados “sistemas caóticos” que a diferencia de los sistemas “inestables” (en desorden permanente) y de los “estables” (que tienden hacia el orden de manera irresistible), oscilan entre un polo ordenador, es decir un “atractor” neofascista y fuerzas que lo desordenan, que lo conducen hacia la crisis de gobernabilidad.

La marcha hacia la república mafiosa está apuntalada por tres estrategias convergentes: la corrupción de dirigentes, la represión de las protestas sociales y políticas y el bombardeo mediático. Se trata de operaciones de eficacia incierta navegando en medio del hundimiento económico y de la pugna de intereses entre grupos dominantes.

La corrupción de dirigentes políticos y sindicales puede serle útil para imponer decisiones impopulares o frenar protestas pero también desgasta a los corruptos, erosiona sus posiciones de poder reduciendo a no muy largo plazo su capacidad operativa, las hace cada vez más vulnerables ante el descontento popular. Es lo que se percibe en los primeros meses de gobierno macrista respecto de la compra de sindicalistas, diputados, senadores y gobernadores.

La represión avanza, intenta banalizar, hacer habitual la violencia institucional abierta y “clandestina”. Funciona un Ministerio de Seguridad monitoreado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, han regresado las “policías bravas”, se produce el ataque sistemático con balas de goma (por ahora) a las movilizaciones populares, la introducción de armas “novedosas” como las pistolas taser (arma de electrochoque o eléctrica cuyo uso ha sido condenado por el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura considerándola un instrumento de tortura), ha sido dictado un “Protocolo” de represión de protestas populares que reproduce formas operativas de las dictaduras militares. Ello se combina con las primeras expresiones, aparentemente desprolijas, de represión clandestina como la actuación impune de bandas neonazis en Mar del Plata, la acción de un francotirador tirando balas de plomo contra una reunión kirchnerista o las amenazas telefónicas contra dirigentes sindicales… evidentemente se trata de “ensayos” apuntando a operaciones de mayor alcance retomando tradiciones parapoliciales autóctonas coincidentes con acciones similares (con distintos niveles de virulencia) en países como México, Honduras o Colombia descubriendo uno de los modus operandi de la asistencia policial-militar norteamericana. Pero no es para nada seguro que esa estrategia de amedrentamiento tenga éxito, probablemente las dosis represivas aumentarán si las protestas continúan pero es muy posible que su efecto también en este caso sea el opuesto al que busca el gobierno, existe en Argentina una enraizada cultura de confrontación contra la brutalidad estatal que puede resultar un catalizador del desborde opositor.

Finalmente el bombardeo mediático fue un instrumento decisivo de la llegada de Macri a la presidencia, tuvo una elevada eficacia atacando al gobierno y ampliando un vacío político que podía ser ocupado por opositores de derecha que se limitaban a denunciar al oficialismo contraponiendo promesas vagas de felicidad futura. Ahora esos medios tienen que cargar con la compleja tarea de defender a un régimen claramente antipopular, ocultar sus arbitrariedades, su corrupción. En este nuevo escenario su eficacia es decreciente y el intento por compensar ese declive aumentando la presión mediática (de por si abrumadora) produce efectos de saturación y descrédito de dichas intoxicaciones hasta generar rechazos cada vez más fuertes.

En síntesis, el sistema dispone de tres instrumentos crecientemente vulnerables, su fuerza depende en última instancia del grado debilidad de su adversario: el espacio popular. Si este se pone en marcha fortaleciéndose en la pelea, el instrumental autoritario podría sufrir fisuras, desgarramientos cada vez más importantes, su inevitable centralismo operativo acosado por una marea ascendente de ataques, resistencias y repudios iría perdiendo vitalidad acentuándose sus contradicciones internas. El contexto global turbulento debería contribuir a dicho proceso. En consecuencia tarde o temprano la resistencia popular puede llegar a convertirse en ofensiva general contra el sistema, la acumulación de despliegues combativos de los de abajo produciendo repliegues en las élites dominantes terminaría por generar un salto cualitativo de grandes dimensiones, no sería la primera vez que ocurre ese fenómeno en Argentina aunque su aspecto y contenido puede llegar a incluir muchas novedades.

Una de las armas privilegiadas de la derecha es el pesimismo, como dijo recientemente el ministro de energía: “es lo que hay”. En los 1990 nos explicaban que no había opción al neoliberalismo, su carácter global era presentado como una ola gigantesca de la que nadie podía escapar.

Pero la depresión argentina no es inevitable, el sistema global no constituye una jaula de la que nadie puede liberarse, se trata de un conjunto heterogéneo en proceso de crisis y despolarización lo que otorga importantes márgenes de autonomía a los países con voluntad política para ejercerla. Por otra parte en el caso argentino es evidente que los equilibrios neokeynesianos del último tramo del gobierno kirchnerista carecían de la solidez necesaria para enfrentar la embestida de los grupos concentrados y del aparato de inteligencia de los Estados Unidos. También es evidente que la actual experiencia elitista-saqueadora incuba una gran crisis de gobernabilidad cuya superación positiva, es decir popular aparece como una opción posible. Resulta difícil pronosticar la duración de la actual pesadilla, las formas concretas (económicas, políticas, institucionales) de su probable final, cuanto antes termine esta triste experiencia tanto mejor para el pueblo argentino.

La resistencia popular aparece entonces como una necesidad histórica, su desarrollo no es inexorable, su fracaso abriría la puerta a siniestros escenarios de degradación social.

Sin esa fuerza resistente potencialmente antisistema, no será posible salir del pantano, su restricción a las reglas de juego formales de la institucionalidad mafiosa constituye el camino seguro hacia el fracaso. Ya vimos como leyes votadas por el parlamento y reglamentadas por el Poder Ejecutivo pueden ser arbitrariamente anuladas por jueces basándose en su “libre interpretación” de la Constitución. Ya vimos como podemos gritar y patalear a gusto mientras todo el espacio comunicacional es ocupado por la mafia mediática haciendo ininteligible nuestra protesta. En Argentina la libertad de prensa es una farsa, la justicia también. Y las mafias que forman parte de una articulación elitista que dispone dictatorialmente del Poder, pueden en ciertas circunstancias replegarse tácticamente, ceder una que otra posición, pero no pierden el control estratégico del sistema (de su sistema). Intentar cambiar ese sistema desde adentro es una esperanza vana, no hablemos de cambios estructurales sino incluso de transformaciones que lo harían más vivible en una época signada por el capitalismo de saqueo. Esta afirmación podría parecer excesiva sin embargo lo ocurrido antes y después del 10 de Diciembre demuestra que se trata de una conclusión realista.

Además la dinámica de la crisis deflacionaria global en curso, su expresión específica en Argentina demuestra como ya lo señalé antes que para salir de la depresión económica es necesario romper con el sistema, estatizar sus pilares económicos principales, democratizarlos, democratizar los medios de comunicación y la estructura judicial, ampliar de manera radical el espacio de la democracia productiva, de la economía popular.

Eso quiere decir que los reformismos progresistas o izquierdistas no son más que expresiones de buenos deseos, círculos viciosos que nos obligan a girar y girar para volver siempre al mismo sitio (o para hundirnos en algo peor).

La resistencia para no fracasar tiene que convertirse en el camino hacia la revolución popular, hacia el desborde social de los de abajo bajo la forma de una avalancha incontenible. La llegada de Macri al gobierno, expresión de la crisis profunda del país burgués, inaugura una era donde la vía revolucionaria es necesaria y posible.

1«La recaudación que depende del mercado interno (IVA DGI) se incrementó en enero de 2015 un 24% con respecto al mismo mes del año anterior. Este aumento está por debajo del aumento recaudatorio producto de la aceleración inflacionaria (+35% ene-15/ene-14, según estiman las estadísticas provinciales), anticipando una caída en los niveles de consumo debido a la menor actividad», CESO, Informe económico mensual, Febrero 2016.

2Índice de confianza del consumidor, Centro de Investigación en Finanzas, Universidad Torcuato Di Tella.

3Raul Dellatorre, «Avisan que el ajuste también llegó al changuito«, Página 12, 12 de marzo de 2016.

4CEPAL – CEPALSTAT, “Poducto Interno Bruto (PIB) anual a precios constantes en dólares”.

5Un buen indicador de la gravedad de la situación es que según lo informa el Banco de Basilea la masa especulativa de productos financieros derivados basados en commodities que había sufrido un fuerte desinfle en 2008 comenzó a contraerse en 2012 (sobre todo en sus últimos meses) anticipando la caída de precios de 2014.

6 Fuente: “Primari Commodity Prices, FMI.

7Fuente: “Semiannual OTC derivatives statistics”, Bank for International Settlements (BIS).

8Eduardo M. Basualdo, “La distribución del ingreso en la Argentina y sus condicionantes estructurales”, Memoria Anual 2008, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Argentina.

9CEPAL – CEPALSTAT, “Poducto Interno Bruto (PIB) anual por objeto del gasto a precios corrientes en dólares”.

10Patrick Artus, “La crise de la zone euro peut durer 20 ans”, Natixis – Flash Économie, Recherche Économique, París, 12 Août 2012, No 534,

116 Lawrence H. Summers, “»U.S. Economic Prospects: Secular Stagnation, Hysteresis, and the Zero Lower Bound», Business Economics , Vol. 49, No. 2, National Association for Business Economics.Keynote Address at the NABE Policy Conference, February 24, 2014.

12Tyler Durden, «Is Deutsche Bank The Next Lehman?», Zero Hedge, http://www.zerohedge.com/news/2015-06-12/deutsche-bank-next-lehman

13Michael Snyder, «Financial Armageddon Approaches», INFOWARS, http://www.infowars.com/financial-

armageddon-approaches-u-s-banks-have-247-trillion-dollars-of-exposure-to-derivatives/

Revista comunista de análisis y debate