Por Leonardo Juárez
El inicio del siglo XX estuvo marcado por la revolución de octubre, que abrió paso a la primera revolución socialista de la humanidad sosteniéndose por décadas.
Al calor de aquellos “días que conmovieron al mundo”, la revolución dirigida por Lenin y los bolcheviques demostró a los trabajadores y a los pueblos, mal que le pese a los que aún hoy festejan su derrota, que es posible que la clase obrera y el pueblo conquisten el poder y se lo arrebaten a las clases dominantes; que es posible construir una sociedad distinta a la del capitalismo, una sociedad sin explotación. Este viraje histórico, revolucionario por disruptivo en la política mundial nos permite entender la victoria en la segunda guerra mundial contra las fuerzas más agresivas del imperialismo encabezadas por el nazismo, y el desarrollo del proceso que culminaría con la revolución china y el triunfo vietnamita en el sudeste asiático. Asimismo abrió paso al proceso de descolonización de África y los movimientos liberadores en Asia y en América latina, así como la democratización de Europa.
No es posible entender el New Deal de Roosevelt, el estado benefactor, el plan Marshall, sin la revolución rusa y sin la Unión Soviética.
En el siglo XX EE.UU. recibe su gran derrota político-militar directa en Vietnam, más política que militar. Los vietnamitas entran en Saigón, y es probable que los contemporáneos no hayan vivido un momento más emotivo que aquel; cuando se vio por televisión, huir como ratas a los últimos yanquis. Verlos escapar frente a la entrada del Ejército Regular del Vietnam del Norte, que arrasa con la infantería, con las tropas blindadas, con la cohetería, con la fuerza aérea produjo, seguramente, el momento de mayor debilidad del imperio norteamericano en su historia.
La Revolución Rusa cambió y cargó de nuevos significados a la política mundial, su desaparición es la confirmación de que la lucha de clases es el motor de la historia , para adelante o para atrás, o para expresarlo en otros términos que la historia es un devenir nunca un devenido, y que la humanidad más temprano o más tarde deberá aquilatar con más justeza, la importancia de la primera revolución proletaria en el mundo , la revolución que abrió una nueva perspectiva para el sueño secular de libertad e igualdad entre los hombres.i
LA IDEA DEL CAMBIO DE EPOCA
¿Qué expresa la idea de cambio de época? ¿Qué tiene de nuevo? Es una forma de pasar gato por liebre, lo aparente por lo real, en la práctica condensa los viejos debates hijos de las dictaduras militares y de las estrategias norteamericanas para las transiciones democráticas, como el posibilismo, la tercera vía, y el progresismo; verdaderas claudicaciones a los proyectos revolucionarios, la subsunción en las estrategias de dominación imperial, y la extensión de certificados de defunción a la posibilidad de alternativas anticapitalistas.
La caída de la ex Unión Soviética y la desaparición del bloque del este, actúo como una certeza de que nada por fuera de las “democracias occidentales”, se podía construir, ni siquiera pensar, posteriormente la crisis del bipartidismo en América latina les dio la oportunidad de alternar en los gobiernos, sobre esa idea articuladora de que el único horizonte político posible era la democracia, como una categoría absoluta que todo lo podía, pero que no explicaba un orden social más desigual y excluyente.
Así, el progresismo no se remonta nunca a las alturas del poder de quienes realmente lo detentan y se contenta con llenar las funciones de servidor espiritual del capitalismo, profetizando sus supuestas bondades desde distintos pulpitos, apuntándose esto como un mérito de su humildad, y de su realismo político.
El fracaso es de los que buscaban un horizonte humano en el capitalismo; el capitalismo NO es la respuesta a todos los problemas, sino que es la pregunta a los problemas que en su desarrollo él engendra.
LO QUE EN REALIDAD HAY EN AMÉRICA: LA REALIDAD DE AMÉRICA
En la propaganda como en la teología los hechos no tienen importancia, en este sentido advertimos que la afirmación de “cambio de época” había que tomarla con mucha cautela, con muchos matices, evitando considerar como completamente nuevo lo que viene madurando desde hace mucho tiempo, o de tomar como general y consumado, algo que es solamente una tendencia.
Ecuador, Venezuela, Brasil, y hasta hace cuatro años, Paraguay, eran representantes del cambio de signo. Sus gobiernos “de nuevo tipo” eran el paradigma del progresismo.
Ninguno de ellos había nacionalizado ni el petróleo ni otros recursos naturales. Esos procesos, ya habían ocurrido. Algunos en la década del ochenta, y otros en la del noventa. Pero ya habían ocurrido. No fue Chávez el que nacionalizó el petróleo de Venezuela, tampoco Lula inventó Petrobras. Y Correa no impuso el “revolucionario dólar” como moneda en Ecuador.
Sin embargo, todos estos países pretendieron tibiamente, convertirse en modelos de enfrentamiento con el imperio. Pero ¡oh casualidad! solamente Evo Morales levanta consignas precisamente antiimperialistas en lo económico y en lo social.
Venezuela continuó empeorando su casi absoluta dependencia de la exportación petrolera, llegando a ser casi un emirato árabe en su modelo de explotación de los recursos energéticos. Ecuador continuó apoyándose en las exportaciones petroleras bajando su producción agraria. Brasil, Argentina y Paraguay, aumentaron a tasas chinas la producción de commodities agropecuarias y su participación en el mercado internacional. Todo el sistema de producción de commodities de estos tres países es absolutamente dependiente del modelo estadounidense de producción que controla a través de las multinacionales cerealeras la producción en todo el Mercosur.
Sólo Brasil tuvo alguna posibilidad a través de los BRICS, de intentar el comercio internacional de commodities con financiación propia. La caída estrepitosa del petróleo que arrastró también a las commodities agropecuarias, terminó rápidamente con ese sueño.
Paraguay no tiene ninguna veleidad antiimperialista. Y es muy coherente en su discurso pro-yanqui. Quizás sea la banda mafiosa-empresaria más sincera. No muy diferente a la Argentina o Paulista, sólo más sincera. Excepto Brasil, todos los demás dependen del precio internacional de uno o dos commodities en su modelo productivo.
La absoluta incapacidad de estas “burguesías nacionales” latinoamericanas, de precario desarrollo, se visualiza fácilmente en la imposibilidad de generar un Banco Latinoamericano de Comercio, que nunca se hará mientras Estados Unidos controle la región.
En ninguno de los procesos los sindicatos de trabajadores y el pueblo en su conjunto pudo construir direcciones que controlen o propongan controlar los procesos de producción y mucho menos los de distribución.
En el Mercosur no se elaboraron proyectos de soberanía alimentaria que afecten los intereses del capitalismo. A lo sumo se alzaron oraciones a la Pachamama, para que genere y distribuya comida. ¡Patéticas! Las oraciones y los resultados.
Ninguno de los países, desarrolló un programa de reforma y revolución agraria que cambie, no sólo la estructura de tenencia de la tierra, sino que también revolucione sus sistemas productivos. El primer vendaval serio en el precio de las commodities hace temblar todas las economías de la región las muestras endebles y las hace caer casi indefinidamente con la honrosa excepción de Bolivia.
¿Hasta cuándo se puede sostener el relato del cambio de época?
Algunos sectores populares y de izquierda plantearon la idea de que el clivaje en el que se desarrollaban los procesos políticos en cursos era “profundización o restauración”, este se ha mostrado erróneo. El “cambio de época” devino en exégesis del capitalismo rentista, con postergación de la revolución socialista y puestas posibilistas del mito democrático; aunque sin olvidarse de colgar en algunos casos de sus solapas ideológicas la insignia de Marx, para justificar el capitalismo y no para criticarlo, para intentar ocultar desde el punto de vista político ideológico el proceso inflacionario del reformismo oportunista y un proceso recesivo del marxismo.
Los intelectuales, cada vez menos, que siguen sosteniendo este galimatías, se escuchan a sí mismos, sus trayectorias mutaron de un marxismo crítico y a veces sugerente, a convertirse en soportes eruditos del posibilismo oportunista.
Los defensores del “capitalismo humano”, de la tercera vía, de la convivencia democrática, olvidaron que el capitalismo, los traga, los mastica y luego escupe sus huesos y así hay que entender el paseo por los tribunales de dirigentes y ex presidentes que se ubican en este segmento ideológico autodenominados progresistas.
La izquierda impotente, reducida a su papel de comparsa, no tuvo más remedio que contemplar el cambio pasivamente, y algunos hasta levantando banderas keynesianas.
En estas circunstancias el denominado “cambio de época” significo un verdadero caballo de Troya que permitió meter de contrabando, una política de subordinación, de vasallaje neocolonial, instalando un cuadro político ideológico adverso (el progresismo), una especie de fuga, que más o menos disimuladamente, plantean una integración en el sistema.
El marxismo leninismo es hoy más necesario que nunca. Sin la organización del pueblo bajo la conducción de la Clase obrera y su Partido, no hay cambio de época.
i El objeto del artículo no es analizar la Revolución de Octubre, sino solamente mostrar las huellas dejadas por la misma en el escenario político mundial, durante gran parte del siglo 20.