Por Eduardo Ibarra
Desde los grandes movimientos emancipatorios, que dieron inicio a los Estados nacionales durante el siglo XIX, hasta el presente, la historia de América latina parece caracterizada por cierto grado de uniformidad en los ciclos políticos y en los cambios de regímenes. Si bien las particularidades de cada país imprimieron sus propias cualidades a cada proceso, ninguna región de nuestro continente pudo quedar ajena a los grandes movimientos sociales y políticos.
Estos períodos estuvieron signados por las luchas por la liberación frente a los distintos imperios, que, con métodos disímiles, saquearon a nuestros pueblos por medio de la guerra y el genocidio. A deferencia del dominio directo que supo imponer España durante la colonización de nuestra América, el imperialismo yanqui pudo desplegar un amplio sistema de sojuzgamiento, como por ejemplo, la intervención directa a través de invasiones militares, la utilización de fuerzas armadas nacionales jugando el papel de grupos de ocupación, la desestabilización por medio de actos terroristas, la asfixia económica y los golpes financieros, y un sinfín de más mecanismos de sojuzgamiento. Frente a esas acciones, las grandes burguesías nacionales siempre han resuelto los conflictos a favor de los intereses imperialistas, como socios menores y como reproductores de la ideología dominante.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, entre el bloque socialista y el capitalista, América latina se convirtió en un espacio de disputa entre la geopolítica imperialista y los Movimientos de Liberación. Con la llamada Doctrina de Seguridad Nacional esparcida por todo el continente, el gobierno de los EEUU implementó una guerra de baja intensidad aplicada a través de golpes militares y del terrorismo de Estado, hasta que, una vez lograda la victoria sobre las organizaciones revolucionares, se dio paso a los regímenes democráticos de gobiernos acotados políticamente y con economías dependientes.
Dentro de este ámbito restringido surgieron, a principios del siglo XXI, gobiernos populares con disímiles proyectos autónomos a la hegemonía imperialista.
La respuesta de EEUU fue la implementación de acciones desestabilizadoras (soft power) y golpes de Estado “institucionales”, enmarcados dentro de una cierta legalidad formal y con una imagen democrática frente a la comunidad internacional.
Fue dentro de este contexto donde se produjo el Golpe de Estado en Bolivia, por parte de la derecha cívico/ militar con el apoyo de EEUU y la activa participación de las organizaciones neo nazis de la región de Santa Cruz de la Sierra.
Genealogía de la derecha boliviana
La derecha política tiene en cada país de América latina distintas características enmarcadas dentro de la puja entre las clases sociales y sus fracciones. Para comprender las particularidades en el caso de Bolivia, hay que indagar en la conformación de la burguesía autóctona y su identidad ideológica.
El surgimiento de la identidad de la burguesía cruceña se remonta a la primera mitad del siglo XX, con la aparición de grupos militares germanófilos, consolidados a partir de la guerra del Chaco (1932) y con la difusión de los ideales del nacionalsocialismo alemán. Durante esta época hubo una articulación entre el surgimiento de distintas organizaciones políticas, como el Movimiento Nacionalista Revolucionario en 1941(MNR), la Falange Socialista Boliviana en 1937 (FSB), las logias militares Razón de Patria, RADEPA, Estrella de Hierro, etc., más la acción de la embajada alemana en la difusión de la ideología nazi hacia las instituciones civiles de esa nacionalidad en los centros culturales, los colegios, los cubes y demás ámbitos de la colectividad alemana.
Teniendo en cuenta los datos que aporta la historiadora Irma Lorini, de los 2000 residentes alemanes sólo 200 se convirtieron al nazismo, por lo que si bien, estas cifras demuestran que eran un grupo reducido, su importancia residió en la ocupación de cargos estratégicos en los ámbitos civiles, políticos y militares.
La introducción de la doctrina político-militar alemana en las Fuerzas Armadas Bolivianas se inició con la incorporación del general alemán Hans Kundt en 1911, cuyo fin fue el de reorganizar al ejército nacional bajo la doctrina prusiana, y en 1929 se produjo otra nueva incorporación con la llegada del asesor militar Ernest Rhöm (partícipe del putsch contra la República de Weimar e integrante del círculo íntimo de Hitler). Este último se desempeñó como instructor de la escuela de oficiales y suboficiales y como Jefe del Estado Mayor de la Primera División del Ejército, hasta que en 1930, retornó a Alemania por una disputa interna con Kundt y por haber participado en el Golpe de Estado contra el presidente Hernando Siles Reyes.
En la sociedad civil la tendencia nacionalista al estilo fascista se fue propagando por medio de los primeros programas del MNR, que contaba con rasgos de antisemitismo y nazismo, y por la asunción en 1943 de Gualberto Villarroel, cuya presidencia terminó abruptamente en el año 1946 cuando una manifestación popular ingresó a la casa de gobierno y lo asesinó, dejando su cuerpo colgado en las inmediaciones.
Período de posguerra
Con la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial se produjo un éxodo de militares, funcionarios y simpatizantes nazis, alemanes y otros europeos, hacia América Latina. Bolivia fue uno de los países que más fugitivos nazis acogió en el Cono Sur, seguido por Argentina y Brasil. El dato viene acompañado por un conjunto de motivos entre los que se encuentra la afinidad y permeabilidad de los gobiernos de turno para aceptar criminales de guerra, la existencia de colectividades asentadas (y amalgamadas) previamente al conflicto mundial y la distancia geográfica de Europa que facilitaba el anonimato ante las miradas de los organismos y los medios internacionales. Pero también fue importante el reclutamiento de los servicios de inteligencia occidental que, para combatir al comunismo y a los movimientos revolucionarios, vieron en los partidarios nazis un elemento importante en el plano del adiestramiento militar y de inteligencia. Este reclutamiento posibilitó la fuga y el anonimato frente a los tribunales internacionales.
A diferencia de Argentina, Bolivia albergó un mayor número de nazis provenientes desde distintas nacionalidades, especialmente, de la milicia croata Ustacha, militares y funcionarios lituanos, húngaros, etc. Pero también su carácter diferencial estuvo en la inserción social y en los estamentos estatales, particularmente en el ejército y las fuerzas de seguridad de los refugiados nazis.
El caso más emblemático fue el de Klaus Barbie, ex jefe de la Gestapo en la ciudad francesa de Lyon, responsable de veinte mil fusilamientos y quince mil deportaciones a campos de concentración. Uno de los crímenes más relevantes fue el haber torturado y asesinado personalmente al jefe comunista de la resistencia francesa Jean Moulin.
Barbie fue protegido y reclutado por el servicio de inteligencia norteamericano en Alemania occidental para combatir al comunismo, hasta que su presencia en suelo europeo se hizo tan evidente que los tribunales franceses tuvieron que pedir su extradición para ser juzgado por los crímenes de guerra de que se lo acusaba. Como el propio Barbie declara en su única entrevista concedida al Paris Match en 1973, la fuga, tanto de los servicios ingleses como de los norteamericanos, fue una parodia para camuflar su huida hacia América del Sur por intermedio del Vaticano y la Cruz roja. Valga la pena recordar que a es ruta de escape se la conoció finalmente con el nombre de “the ratlines”, es decir “las líneas de las ratas”.
Al llegar a Bolivia en 1951, previo paso por Argentina, se asentó con su familia en la zona de Santa Cruz de la Sierra, donde desarrolló varios emprendimientos comerciales en el rubro de la madera y el transporte, dentro de un ambiente que recreaba los ideales de su tierra natal. Como él mismo manifestó con asombro sobre su nueva estadía:
“…En 1951, cuando llegué, presencié un espectáculo muy reconfortante: un desfile de la Falange Socialista Boliviana. Marchaban con sus uniformes fascistas… ¡y cantaban! Verlos me hizo mucho bien. Además, sabía que en Bolivia había una comunidad alemana muy fuerte. Eso me decidió.”
Barbie no sólo encontró una colectividad propia sino un entorno social y político de raigambre ideológica congéneres con sus ideas. Ideas que permanecieron intactas hasta su muerte según su propia confesión pública: “(…) fui nazi y soy nazi. Nací en Alemania, luché por ella, y moriré alemán”.
La relación con la CIA y con las FFAA de Bolivia le permitió vivir públicamente y asumir cargos estatales. Durante el gobierno de facto de René Barrientos Ortuño en 1964, se lo nombró gerente general de la compañía estatal mixta transmarítima boliviana, por medio de la cual se traficaban armas.
La lucha contra los movimientos revolucionarios bajo la doctrina de la guerra de contrainteligencia norteamericana le permitió a Barbie y a los nazis residentes en la zona de Santa Crus de la Sierra, que por aquel entonces no era el centro económico en el que se transformó posteriormente, realizar una multiplicidad de tareas para distintos organismos tanto privados como públicos, en el ámbito militar y de seguridad e inteligencia. Entre las tareas en las que se desempeñó “el carnicero de Lyon” también figuró la de informar al servicio secreto de la Alemania Occidental sobre la situación política boliviana, al tiempo que ejercía como instructor de métodos de tortura para los norteamericanos y las fuerzas locales (estatales y paraestatales).
El pináculo del poder de los nazis llegó con la asunción de Hugo Banzer Suárez en 1971, dando comienzo al desarrollo económico de la Media Luna cruceña con el florecimiento del narcotráfico. Fue en éste período donde la matriz nazi se fusionó con el tráfico de pasta base, haciendo del país andino el principal proveedor de los carteles colombianos, los que acaparaban el 90% del tráfico de cocaína hacia Europa y los EEUU. Este engranaje fue el que llevó a la consolidación de la burguesía cruceña, tanto en lo económico como en lo político. El crecimiento fue el que permitió consolidar el dominio territorial a través de un ideario racista antiaborigen, como identidad propia de la clase. Como menciona el periodista Markus Besser, en su nota para el medio Polémica: Hugo Banzer fue quien posibilitó que el éxito económico de la inserción de Santa Cruz de la Sierra al mercado de la cocaína contribuyera a difundir y asentar las ideas nacionalistas en las capas pudientes de la población. A diferencia de otros países donde las colonias fascistas optaron por cerrar filas y mantenerse alejadas de la población local, en Bolivia se integraron y mestizaron con la burguesía blanca descendientes de europeos (preponderantemente españoles).
Nacimiento de la (narco) burguesía
Con la matriz narco asentada y con una sucesión de gobiernos militares que competían por los porcentajes del inmenso negocio del tráfico de pasta base, la competencia por la adquisición de tierras en zona cruceña se intensificó dando como resultado un gran conglomerado oligopólico de empresarios de la cocaína. Frente a esta situación la opción de los productores menores fue la de fusionarse y trabajar para los grandes carteles o expulsados del negocio por parte del Estado.
En este período no sólo se consolidó la identidad de la fracción más alta de la burguesía con el crecimiento del negocio de las drogas y la identidad nacionalista, sino que también, se produjo el aburguesamiento de los militares en un sentido objetivo, al insertarse éstos en el negocio y las prebendas del narcotráfico.
Esta fusión fue posible a través de un marco internacional de entendimiento y cooperación para combatir a los distintos grupos de izquierda, bajo la dirección norteamericana con la llamada Doctrina de Seguridad Nacional. Instrumentada con la instrucción y adoctrinamiento de la Casa de las Américas en Panamá y financiada con el tráfico de drogas para las operaciones encubiertas. La estrategia contrainsurgente implicó ciertos grados de autonomía en el manejo de la política represiva y el crecimiento del narco negocio, por lo cual se implementaron dos tácticas de combate: una fue la legal por medio de las Fuerzas de Seguridad y otra fue por medio de grupos paraestatales integrados por civiles y militares. El que se encargó del diseño de la guerra clandestina en Bolivia fue ni más ni menos que Klaus Barbie, quien incorporó a distintos elementos fascistas autóctonos y extranjeros. El mando operacional del grupo estuvo a cargo de un nazi “tardío” alemán, Joachim Fiebelkorn, quien nació en 1947 en Leipzig, y cuya admiración por Franco lo llevó a enrolarse en la Legión Española durante un viaje por el Sáhara. Después de jurar bandera en 1966 para el Tercio Sahariano Don Juan de Austria y de su inscripción y deserción del Ejército Alemán, se radicó en Bolivia más precisamente en Santa Cruz de la Sierra, donde abrió la cervecería Baviera como espacio de reuniones de los grupos fascistas internacionales. En ese emblemático lugar nació el temible grupo parapolicial llamado los novios de la muerte, en alusión a los legionarios falangistas españoles.
Con la llegada al poder del General Luis García Meza Tejada en 1980, por medio de un golpe de Estado al gobierno democrático de Lidia Guiler, las operaciones de los grupos fascistas se fueron ampliando. Durante el gobierno de Meza, el Estado fue un instrumento del negocio del narcotráfico, por lo cual se requirió a los grupos paraestatales para la seguridad y traslado de la pasta base que se vendía a los carteles colombianos para su procesamiento y distribución.
De acuerdo a varias investigaciones periodísticas, hubieron varios encuentros entre Barbie, Escobar Gaviria y el capo narco boliviano Roberto Suárez Gómez (el rey de la cocaína).
Fue tan evidente la relación entre la CIA y el negocio de la droga para la financiación de los Contras en la Nicaragua sandinista, que la más grande operación que hizo la DEA contra el Cartel boliviano fue desmontada en el propio territorio norteamericano. La operación fue llevada a cabo en un aeropuerto de Florida, Miami, donde se desembarcaron 1000 kilos de cocaína por un valor de 9 millones de dólares. Los hechos fríos e incontrastables, nos dicen que el agente de la DEA responsable de la operación Michael Levine, fue quitado de su cargo y los imputados liberados.
Tan complejo fue el entramado narco-contrainsurgente, que entre las operaciones de transferencias y blanqueo se encontraba el Banco Ambrosiano del Vaticano, cuyo presidente, Roberto Calvi, mantenía relaciones con Barbie.
Tanta impunidad, más el escándalo Irán-Contras, obligó al gobierno de los EEUU a responder ante la comunidad internacional y la opinión pública mundial, con el desarme de todo el mecanismo financiero de la llamada guerra sucia.
El propio García Meza tuvo que desmontar al grupo de los Novios de la Muerte para blanquear su gobierno y tener un poco de oxigeno político. Con la desarticulación de la célula nazi fascista, sus miembros fugaron hacia distintos países llevándose drogas, armas y dinero.
Klaus Barbie fue detenido y posteriormente extraditado a Francia donde falleció en 1991 cumpliendo una condena a perpetuidad. Fiebelkorn volvió a España donde organiza, en la actualidad, celebraciones para generales del Ejército y la Guardia Civil Española.
Bolivia cercenada
Bolivia, como el resto de la región, estuvo atravesada por un sinnúmero de dictaduras y democracias restringidas, pero con la llamativa particularidad que su burguesía autóctona nunca se consideró como una clase nacional hegemónica, en el sentido de querer dirigir y representar a las clases subalternas. Esto se debió al propio desarrollo histórico, desde la conquista española hasta la constitución del Estado nacional, donde cada clase se fue diferenciando geográfica y socialmente. Mayoritariamente en la región andina se situaron las comunidades originarias y en los llanos las clases altas descendientes de europeos.
Los grandes conflictos mundiales y los movimientos político-globales del siglo XX, influyeron en la segmentación social interna, que como hemos descripto, radicalizaron la ideología de la alta burguesía local haciéndola más violenta y segregada.
De esta manera se fue configurando una identidad autóctona predominante en la zona de Santa Cruz de la Sierra, con una ideología racista y secesionista sustentada en la represión y el genocidio como forma de ejercer el poder.
Durante la presidencia de Evo Morales los grupos fascistas de la oligarquía cruceña pasaron a la acción directa a través de actos terroristas de distinta índole, organizando una red de apoyo internaciones con los gobiernos y grupos derechistas de la región, todo bajo el paraguas del imperialismo yanqui y su brazo político continental, la OEA.
El gobierno del MAS, surgido mediante las luchas campesinas frente a la extrema pobreza y desigualdad, tuvo la particularidad de haber implementado medidas sociales y estructurales para elevar la calidad de vida de los sectores populares. Estas políticas afectaron los intereses de las grandes oligarquías nacionales y de las transnacionales explotadoras de los recursos naturales. Otro de los grandes negocios afectados por el gobierno de Evo, fue el narcotráfico mediante la expulsión de la DEA y organización local.
Fue durante este período cuando los grupos fascistas comenzaron a desarrollar una serie de actos terroristas, articulando el proyecto secesionista y la organización del Golpe de Estado.
El grupo de choque más activo fue el de la Unión Juvenil Cruceñista, diagramada al estilo de la falange española o del Batallón Azov ucraniano. La UJC tuvo como finalidad preparar los cuadros políticos de la burguesía dentro de la ideología nazi fascista con instrucción militar. Esta organización se constituyó mediante la integración de unos cientos de combatientes de descendencia croata (en su mayoría) y con un millar de reclutas bolivianos “contratados” como fuerza mercenaria. Entre la lista de nombres que asesoraron militarmente a la Juventud Cruceñista se encuentra el del fascista y narcotraficante italiano Marco Marino Diodato, quien en su juventud formó parte de los “Novios de la muerte”.
En la actualidad posee campos de entrenamiento y armamento militar, ligero y pesado, proveniente del mercado negro y de las propias Fuerzas de Seguridad, donde cuentan con la adhesión de oficiales activos de mediano y alto rango.
De todas las operaciones terroristas y actos desestabilizadores durante la presidencia de Evo Morales, hubo dos de suma relevancia por su gravedad e impacto nacional e internacional. El primero fue el levantamiento autonomista de la Media Luna boliviana, que comprendía la región de Pando, Beni, Tarija y Santa Cruz. Dicho levantamiento fue impulsado por el llamado Movimiento Nación Camba, que se oponía a la estatización de los recursos naturales localizados mayoritariamente en esa región. El levantamiento fue producto de la estatización de los recursos naturales que afectó directamente a los intereses de la burguesía local y extranjera, y que hizo posible una mejora en la calidad de vida de las clases bajas, pertenecientes en su mayoría, a las comunidades originarias.
El otro hecho fue la acción de una célula terrorista liderada por Eduardo Rozsa Flores, de origen húngaro croata, que culminó con su muerte en un enfrentamiento con grupos especiales de la policía boliviana, mientras se encontraba junto a otros terroristas en el Hotel América de la ciudad de Santa Cruz. Rozsa FLores fue un soldado boliviano que participó en la guerra de los Balcanes combatiendo para los bandos fascistas croatas, para después dedicarse a la organización e infiltración de grupos extremistas de derecha en el territorio del país andino.
Como declaró en una entrevista a un canal húngaro antes de su muerte, su propósito fue el de crear milicias para luchar por la independencia de la zona cruceña, con el sostenimiento y financiamiento del Comité Cívico Pro Santa Cruz que se encontraba bajo el mando del oligarca croata boliviano Branko Marinkovic. Entre los objetivos de este grupo estaba el de asesinar, al por entonces, presidente Evo Morales y a su Vice García Lineras.
El brazo político de la ideología nazi fascista
Desde mediados del siglo XX hasta el presente, la ideología de la burguesía cruceña estuvo expresada políticamente en el Comité Cívico Pro Santa Cruz, cuya función fue la presentar una imagen moderada de la ideología de ultraderecha, encubriendo y financiando operaciones terroristas. Si bien su carta de presentación refiere el carácter cívico de su organización, en los hechos, su actuación se asemeja a la de un proto-estado regional, articulador de las acciones políticas de la burguesía cruceña ante el gobierno nacional.
Cabe destacar que esta organización se formó en 1950 durante el asentamiento de los criminales de guerra nazis.
Entre los más destacados dirigentes que han pasado por las filas del Comité Cívico, se encuentran el empresario polirubro Luis Camacho y el oligarca boliviano croata Branko Marinkovic, quienes fueron los personeros en la sombra del golpe de Estado y los patrocinadores de grupos terroristas locales y extranjeros.
Estos nefastos personajes han conformado el verdadero poder detrás de la “desteñida” Jeanine Áñez que, con retórica nacionalista, combinan negocios (legales o ilegales) con un fanatismo ultra católico, al tiempo que juegan como piezas locales dentro del tablero continental del imperialismo norteamericano.
Hoy los cuadros políticos de esta organización se encuentran al frente de los ministerios y sus integrantes, son los que diseñan las políticas de odio racial, xenófobas y criminales.