FÚTBOL, IMPERIALISMO Y OTRAS YERBAS…

Fútbol, Imperialismo y Otras yerbas

Por Alejandro Schwartzman

Primera divagación:
Hace unos 30 años, existía en la región de los Balcanes un país de economía planificada, próspero, donde convivían desde hacía por lo menos 7 siglos cuatro religiones y distintas etnias de un modo ejemplarmente pacífico. Ese país se llamaba Yugoslavia (el país de los eslavos del sur), una confederación surgida del proceso de descomposición de la dinastía de los Habsburgo y del Imperio Austro-Húngaro primero, y luego, de la lucha antifascista encabezada por Josip Broz (Tito) y sus partizanos durante la Segunda Guerra Mundial.


Sin embargo, un día cualquiera, cuatro hijos de puta de la CIA y de la OTAN decidieron que ese país debía desaparecer de la faz de la tierra. Para ello, alentaron rivalidades entre vecinos, agitaron los peores fantasmas del nacionalismo, de la desconfianza y del odio. El resultado fue la desintegración total, más un tendal de masacres espantosas.


Aquel país, la Yugoslavia de los tiempos de paz, solía presentar, en casi todas las disciplinas, atletas y equipos muy competitivos, especialmente en el básquet y en el fútbol. Me animo a conjeturar incluso, que de seguir existiendo hoy día, habría cosechado más de un trofeo mundial en esas disciplinas y otras tantas medallas olímpicas.


De esa confederación despedazada por los intereses de EEUU y de la OTAN en la región, surgió una nación, Croacia, que parece ser, hereda esa tradición competitiva y tiende a convertirse, al menos por lo que se ha visto en los últimos mundiales, en potencia futbolística. Gran mérito, tomando en cuenta que hasta no hace mucho, era parte de un seleccionado integrado además, por grandes jugadores serbios, eslovenos, montenegrinos, bosnios, macedonios y kosovares.


Segunda divagación:
En el otro extremo, tenemos a las mismas naciones imperialistas, Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, Holanda, Portugal, España, que en la Conferencia de Berlín de 1885 se repartieron el África, legalizado para sí mismas el saqueo, la explotación, la esclavización, las torturas, el genocidio y la desaparición de comunidades enteras. Pestes, hambrunas, conspiraciones, guerras, pillajes, asesinatos en masa, y algunas «bellezas» más del tipo, fue todo lo que llevaron las naciones colonialistas de Europa al continente africano que, al cabo de más de un siglo, fue literalmente despedazado so pretexto hipócrita y criminal de introducir «la civilización», «la libertad», «el progreso» y «el cristianismo». ¿El resultado? Pobreza, pobreza, más pobreza y mucha desigualdad. El Congo por citar a una de las naciones más arruinadas, ocupa el territorio más rico del mundo en términos de recursos naturales, especialmente los relacionados a la industria digital. Es ese sitio del globo donde hoy se enseñorean el extractivismo bestial de las grandes multinacionales de Silicon Valley. Sin embargo, desde que existe como país, la tasa de pobreza nunca estuvo por debajo del 80 % y la esperanza de vida no supera los 55 años. Nada de qué asombrarse. Así funciona el colonialismo.


Vuelvo al Mundial. Las federaciones de Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, Holanda, Portugal, y en menor medida España, está visto que han tomado nota que además de los recursos naturales, África posee determinados biotipos muy aptos para la práctica del fútbol. Sólo hacía falta que aprendieran a jugarlo. Un proceso que no tardó más de 52 años, desde aquel recordado paso del Zaire (hoy República del Congo) por el Mundial de México 1970, donde se demostró que los muchachos congoleños ni siquiera conocían sus reglas.


Estos africanos que hoy se destacan por ejemplo, en la selección francesa, son claramente el resultado de algo que tiene regusto a colonialismo. Hijos, o nietos de refugiados que se salvaron del naufragio en el Mediterráneo, o directamente emigrados, los africanos que enriquecen a esas selecciones de Europa (dónde como bien decía Bilardo, el fútbol cada vez es más mediocre y «ya no existen espacios para jugarlo») vendrían a representar un nuevo tipo de rapiña. Más encubierta, más sofisticada. Es decir, ya no se trata solamente del caucho, las piedras preciosas, el marfil, el titanio u otras mercancías, sino de arrancar del continente a seres humanos que, por más millonarios que sean, no son más que mercancías que reproducen el ciclo del capital, como cualquier proletario de Detroit o de Villa Maipú.
Esta Europa corrompida, aliada de los EEUU y de la OTAN es toda una metáfora del capitalismo y de sus dos hijos bastardos, el colonialismo y el imperialismo.


Un mundo sin revoluciones, sin perspectiva de horizonte socialista, es un mundo de mierda.
Pero mientras tanto, sigamos hinchando por nuestra selección y disfrutando de este maravilloso deporte Vignolo.

Revista comunista de análisis y debate