La Deuda en tiempos de la década “ganada” (¿Ganada para quién?)

Por Eduardo Ibarra

Caracterización de la deuda

Por lo general, cuando se habla de Deuda, el común de la gente suele referirse únicamente a la Deuda Externa. Es decir, la deuda que el Estado argentino contrajo con el Fondo Monetario Internacional. Esa es la noción – incompleta – que se tiene de la Deuda. Pero hablar de la Deuda Argentina en realidad, significa hablar de mucho más que una sola obligación de pago y de un único acreedor.  La Deuda pública es un instrumento mucho más complejo.

A través de una retrospectiva histórica, podemos decir que la Deuda es un mecanismo desarrollado y aceitado sin solución de continuidad, un dispositivo impuesto a partir de la última dictadura empresarial militar de 1976 y continuado por los distintos gobiernos democráticos, que responde a una lógica económica y financiera de saqueo y dependencia.

Cabe remarcar, que la deuda es una modalidad que los capitales globales impusieron a los países periféricos para volcar los excedentes derivados de la producción petrolera en la década de los ‘70s; una modalidad que  fueron perfeccionando con la transnacionalización financiera, posteriormente llamada globalización.

Esta nueva forma de acumulación del capital dio la posibilidad de acrecentar la tasa de ganancia en base a una progresión financiera asegurada por los pagos de intereses de los propios Estados nacionales subordinados a ese mecanismo.

La deuda pública está constituida por:

  • Deuda pública externa: a) la que el Estado nacional contrajo con los organismos multilaterales de Crédito, por ejemplo,  el FMI o el Banco Mundial, con los Bancos privados sindicalizados como el Club de París o; b) con los acreedores privados (fondos de inversión, grandes capitalistas financieros, etc.)
  • Deuda pública interna: Emitida para el mercado financiero nacional por distintas instituciones del Estado, ejemplo: los títulos del Banco Central que son adquiridos casi en su totalidad por los bancos privados.
  • Deuda intra-estado: conformada por la deuda que se emite entre los distintos estamentos estatales. Por ejemplo préstamos del Banco Central al Tesoro nacional.

Los distintos títulos de deuda pueden ser emitidos tanto por el gobierno nacional, los gobiernos provinciales y municipales como por las empresas estatales, fondos fiduciarios, etc.

Este entramado hace que los volúmenes de endeudamiento sean cada vez más grandes y complejos de calcular, mientras permite a los distintos gobiernos ocultar la verdadera situación de las finanzas públicas.

Todo el establishment político, es decir, tanto de los populistas como de los liberales, – aún con discursos diferenciados – convalidan este mecanismo de saqueo como forma de gobernar y de sostener la economía nacional.

Los partidos políticos que han gobernado la Argentina desde 1983 hasta el presente han reproducido esta forma de dominación y saqueo, a pesar de los fallos emitidos por el juez Ballesteros en el año 2000 (Juzgado Nacional en lo Correccional y Criminal N°2 a partir de las investigaciones y denuncias de Alejando Olmos y Alejandro Olmos Gaona hijo.

A grandes rasgos, podemos inferir que la Deuda Pública se fue conformando en tres etapas donde se perfeccionó este instrumento de saqueo.

La primera, durante la dictadura de 1976, cuando se puso en práctica un nuevo modo de dominación y saqueo por medio del endeudamiento forzado, es decir, un endeudamiento innecesario. Por un lado, se endeudó a las empresas estatales; y por el otro, – en un verdadero despropósito que fue naturalizado por todos los gobiernos que pagaron – se fueron estatizando las deudas privadas de los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros.

La segunda, en los años ’90,  con la reconversión de la deuda a partir de la privatización de las empresas públicas como forma de pago;  más, el reendeudamiento con los organismos multilaterales de créditos (Plan Brady); más, la incorporación un actor nuevo: el acreedor privado, agrupado en los fondos de inversión.

La tercera, fue la convalidación del mecanismo de endeudamiento por parte del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, al aceptar los montos de la deuda y el sometimiento a los tribunales extranjeros. (Recordemos que el fallo que declara fraudulenta la Deuda es del año 2000).

Lo llamativo fue, que aún con la deuda defaulteada, los Kirchner insistieron en liquidar capital e intereses de toda la deuda con el FMI y una parte con el Club de París, cuando ninguno de estos organismos se lo exigía al país y estaban dispuestos a negociar a partir de los sucesos de 2001.

Llamativo, porque aquello fue presentado ante la opinión pública como un gesto de “soberanía”, cuando lo verdaderamente soberano hubiera sido auditar, e incluso desconocer esa deuda.

También fue que ante el pueblo fueron presentados como un logro de la gestión los canjes de deuda del 2005 y 2010, a partir de un descuento nominal de los bonos, cuando en realidad, esa supuesta quita fue licuada atando los cupones al crecimiento del PBI y dejando por fuera del canje al 30% de los  grandes pulpos capitalistas que iniciaron una cuantiosa demanda en los tribunales de New York.

Por otro lado, el kirchnerismo incorporó un instrumento financiero que tuvo consecuencias ruinosas para el país, cuando se utilizaron recursos del Anses y del Banco Central para el pago de deuda, modificando la composición de la deuda al incrementar deuda intra-estado con títulos intransferibles y con una disminución de la moneda extranjera en pos de la moneda nacional.

Si bien a simple vista, esto parece algo positivo para las cuentas públicas, el motivo del desendeudamiento externo (hecho con el sacrificio de los jubilados y los ahorros del pueblo argentino) fue la de poder volver a contraer nuevas deudas en el mercado financiero mundial; como lo manifestó expresamente Cristina Fernández de Kirchner.

Para lograr este nuevo endeudamiento no sólo se pagó y acordó con el 70% de los bonistas, sino que se aceptaron las condiciones de los tribunales del Banco Mundial, el Ciadi, y por exigencia de los Estados Unidos, votando una ley “antiterrorista”.

Abordando la cuestión de la Deuda en un sentido historicista y a la luz de los resultados de las políticas llevadas a cabo para con ella en la “década ganada”, esa supuesta “cruzada antiimperialista” que emprendió el kirchnerismo contra los bonistas privados y el Fondo Monetario, no consistió en otra cosa que no fuera legitimar algo que tiene desde su implementación, todas las apariencias de algo que en esencia es una estafa, y como bien fuera tipificado en el fallo del Juez Ballesteros de 2000, como un “delito de acción continua” contra el pueblo argentino.

El kirchnerismo en fin, amplió, aceitó y naturalizó todos los mecanismos de sometimiento, de saqueo y de fuga de capitales que el pueblo argentino padece desde hace décadas a causa del accionar delictivo de los grandes capitales transnacionales. Algo que en definitiva, dejó el camino despejado de obstáculos para que el macrismo emitiera más deuda en títulos y para que se le abrieran las puertas de un nuevo endeudamiento con el FMI.

Ahora sabemos mejor para quién fue ganada esa década.

Llama la atención que los economistas del establishment afirmen con tanta insistencia que la Deuda es consecuencia del “gasto público”, es decir, que el Estado se endeuda para asumir sus costos administrativos. A partir de esa supuesta “verdad”, sobreviene toda una retahíla de aseveraciones, acusaciones mutuas del tipo “la pesada herencia” o, “el desastre que nos dejó el gobierno anterior”, “las circunstancias que todos los argentinos debemos afrontar”, y otras frases huecas por el estilo que siguen alimentando el mito de “la grieta”, pero que no explican del todo que por ejemplo, que una enorme porción de ese “gasto público” responde a los servicios y a los vencimientos de una Deuda que va aumentando aumentado año a año, mes a mes, minuto a minuto.

Así es como llegamos desde 1976, con una deuda que rondaba los 8 mil millones de dólares, hasta la actualidad, donde se supone (porque hace rato que no se sabe con exactitud la cifra) que el país debe aproximadamente 350 mil millones de dólares, llegando a conformar el 100% del PBI actual. Todo esto, sin mencionar que esta cifra sólo aplica al endeudamiento del Estado central.  

Si tomamos en cuenta que desde el inicio del endeudamiento, desde 1976 hasta la fecha, la Argentina lleva pagado el mismo monto que de lo que hoy adeuda, la lógica financiera esgrimida por los economistas burgueses deviene en falaz y tendenciosa.  

El crecimiento progresivo se explica por la refinanciación permanente de los vencimientos de capital y de los intereses, que en muchos casos y por imposición de los usureros, terminan incorporándose al capital, elevando constantemente el monto de la deuda y los intereses que se pagan por el incremento.  Una práctica despreciable, denominada “anatosismo”, que incluso estaba penada en la antigüedad, por ejemplo, en el Código de Justiniano en los tiempos del Imperio Romano de Oriente.

Cabe mencionar también, que otro de los mecanismos que conllevan a la ruina de millones de trabajadores es el de la enorme fuga de divisas que se genera cada vez que la Argentina se endeuda con un organismo de crédito internacional, dado que esos mismos montos que ingresan vuelven a salir del país a través de distintas herramientas financieras como el Carry trade, cuentas en paraísos fiscales, dólar contado con liqui, etc.

Si tomamos las variables del endeudamiento, la fuga de capitales y los niveles de pobreza, desde 1976 hasta el presente, vemos que a mayor endeudamiento mayor nivel de fuga y mayor aumento de la pobreza.

Caracterización de los sujetos sociales

Si bien los economistas del sistema difieren en cuanto a las formas del endeudamiento, lo cierto es que todos sin excepción, avalan este método de saqueo por parte de los capitalistas al pueblo argentino, ya sean acreedores grandes o pequeños que utilizan instituciones internacionales privadas o gubernamentales.

La Deuda como mecanismo financiero de saqueo es una operación en la que intervienen distintos actores sociales para concretar lo que directa o indirectamente implica – aunque parezca exagerado – un crimen que redunda en la pauperización brutal y cada vez más ostensible de millones de asalariados, cuentapropistas, sectores de la economía informal, desocupados, etc.

Hay que entender la Deuda como una nueva forma que se monta sobre las relaciones sociales de producción preexistentes en el capitalismo para explotar y expropiar la riqueza producida por la clase trabajadora.  

Es decir, en la actualidad la clase capitalista utiliza tres formas de explotación y expropiación:

  1. Sometiendo al trabajador a la alienación de la producción capitalista y por medio del robo del plusvalor que crea el obrero.
  2. Vendiendo las mercancías que la propia clase obrera produce a los precios que impone la clase capitalista.
  3. Expropiando los recursos del Estado, que son los impuestos que devienen de la producción de la clase obrera, por medio del endeudamiento público.

Esto explica los altos niveles de pobreza, marginalidad e indigencia, como la inflación constante, la carestía y la caída en la calidad de vida con respeto a los bienes sociales como la salud, la educación, el esparcimiento, servicios básicos etc.

Para lograr que estas relaciones se impongan y dominen todo el entramado social, no sólo tiene que necesariamente existir una clase opresora y otra oprimida, sino todo un andamiaje represivo, legal e ideológico donde intervienen la acción de los partidos políticos tradicionales, funcionarios públicos, dirigentes políticos, judiciales, militares, cuadros técnicos y medios de comunicación. Todos usufructuando, de los grandes negocios de la clase capitalista.

De otra manera sería imposible llevar a cabo semejante estafa que, como dijimos más arriba, redunda directa o indirectamente en un genocidio.

Sustento político-económico para enfrentar el saqueo de la deuda.

Tanto desde los medios ideológicos de comunicación del sistema, como desde las corrientes económicas  hegemónicas (keynesianas y ortodoxas),  se viene sosteniendo la falsa idea de que “no nos queda otra que pagar la deuda”, sea porque se pretende hacernos pasar la Deuda como un “compromiso al que el país debe honrar” y no como una estafa organizada; o aún a sabiendas de semejante latrocinio, afirmar la imposibilidad de desconocer este mecanismo de saqueo, incluso, desconociendo y negando la probabilidad de una auditoría sobre la deuda contraída durante la dictadura y durante todo los gobiernos desde 1983 hasta hoy.

Por ejemplo, en sus libros y distintas publicaciones y disertaciones, Alejando Olmos y  Alejandro Olmos Gaona  (hijo) han dado sobrados fundamentos para desconocer el endeudamiento del Estado argentino, tanto desde la jurisprudencia nacional como internacional. 

La figura legal de “Deuda odiosa” implica la carencia de legalidad cuando los gobiernos toman deuda sin la legítima representación del pueblo o por la utilización de los recursos obtenidos para fines espurios.

En la actualidad y en relación al aspecto económico, la falta de control de la producción y comercialización de bienes transables que aportan divisas externas, imposibilita al Estado nacional tener recursos para enfrentar a los grandes grupos económicos y lograr la estabilidad cambiaria.

La liberación del comercio exterior y del mercado financiero genera la falta de control de la fuga de capitales y de la capacidad del Estado para sostener la actividad económica y el progreso social.

Si a la falta de control de las divisas le sumamos que el Banco Central cuenta con apenas unos 5 mil millones de dólares de libre disponibilidad frente a una deuda cuasi fiscal de 3.5 billones de pesos, podemos comprender que la sustentabilidad de la gobernabilidad y las cuentas públicas están fácticamente en manos de los capitalistas nacionales y transnacionales, quienes operan para que la Deuda sea eterna.

Para romper con este sometimiento, el Estado debería tomar las riendas de la actividad económica y financiera, con el control total de los sectores productivos pilares de la actividad macro económica, del comercio exterior y de la banca privada.

De este modo el Banco Central incrementaría sustancialmente sus reservas, permitiendo sostener el tipo de cambio adecuado a los requerimientos nacionales e incrementar la actividad productiva a través de la tasa de interés.

Con el fortalecimiento de las reservas y del desarrollo económico, el Estado podría ser capaz de plantear un default estratégico para auditar la Deuda y promover acuerdos con los países deudores.

A diferencia de los default por crisis financieras, donde el país se somete a los mandatos de los acreedores en condiciones de extrema debilidad, el default estratégico se establece desde el fortalecimiento económico-político y con una planificación para enfrentar los ataques de los grupos financieros y del imperialismo.

Para llegar a un programa de esta envergadura es condición sine qua non la construcción de un partido revolucionario sustentado por las grandes masas trabajadores y con un programa socialista.

Revista comunista de análisis y debate