Eduardo Ibarra—-
Frantz Fanon fue uno de los tantos condenados por el racismo y la explotación europea, que marcó una época de la que él mismo fue emergente, la de la post Segunda Guerra Mundial, donde el mundo fue conformado por dos grandes bloques absolutamente antagónicos, que dividieron la política internacional y nacional en función del bipolarismo capitalismo/socialismo. Aunque en cada región geográfica y política cada pueblo recreó este binarismo de acuerdo a la historia propia y la geopolítica de los grandes intereses en pugna.
Fanon fue parte de ese mundo llamado a ocupar un tercer lugar medido en una escala de valores preestablecidos por las potencias hegemónicas. Fue parte de esos pueblos que comenzaron a despegarse de los viejos imperialismos europeos, producto de la caducidad de sus estructuras económicas y de la devastación acaecida por las guerras.
Si bien, en esa época, el viejo continente ya no tenía la capacidad ni la fuerza de voluntad para mantener su dominio mundial, el desprendimiento de las colonias no fue un proceso homogéneo ni mucho menos pacífico.
Como ninguna clase se suicida ni entrega sus privilegios mansamente, las burguesías europeas decadentes no entregaron los recursos de las viejas colonias al libre albedrío de los pueblos autóctonos. Pero tampoco los que lucharon por la liberación tuvieron una respuesta contundente al nuevo tablero internacional, para el que si bien los paradigmas en juego constituyeron una guía, no pudieron dar respuestas a todos los problemas e interrogantes que cada pueblo, con su historia y su realidad particular, necesitaba. Además de la descolonización de las viejas potencias, los Frentes de Liberación se encontraron frente a un nuevo imperialismo y a nuevas relaciones de dependencia hegemonizadas por EE.UU.
Fanon nació en una pequeña isla del Caribe llamada Martinica, que formó, y forma parte, del resabio colonial francés dentro de un conjunto de pequeñas islas llamadas Antillas menores.
En ese contexto, donde el capitalismo europeo combinaba racismo y explotación, Fanon fue desarrollando su identidad y su búsqueda. Conoció Francia, primero como soldado y después como estudiante de distintas carreras hasta graduarse de psiquiatra. Ya como médico logró obtener un cargo como jefe del servicio psiquiátrico del hospital de Blida en el suroeste de Argel.
En esa época, Argelia era el epicentro de la lucha por la liberación de África dentro de un contexto de descolonización global. Las fuerzas francesas guiadas por la derecha más despótica y racista, que siempre manifiesta su odio más visceral y sanguinario en los enclaves conquistados frente a los habitantes autóctonos, llevaron adelante el peor genocidio implementado por unas novedosas practicas contrainsurgentes, que fueron posteriormente ejemplos para los distintos ejércitos represivos en todos los continentes, en especial América Latina. Es en ese contexto donde Fanon llevó adelante un nuevo método de tratamiento hacia los pacientes psiquiátricos, creo yo, y sin un conocimiento acabado del tema, con muchas similitudes a los métodos de Pichon Rivière, siendo en ese entorno donde comenzó a entender la raíz profunda del colonialismo francés y sus consecuencias.
Las tesis de Fanon a partir de su experiencia en el hospital argelino fueron las siguientes:
I El comportamiento del norafricano causa a menudo en el personal médico una actitud de desconfianza en cuanto a la realidad de su enfermedad.
II La actitud del personal médico es a menudo apriorista. El norafricano no llega con un fondo común a su raza sino con un fondo construido por el europeo. Dicho de otra forma, el norafricano, espontáneamente, desde el momento de su aparición, entra en un cuadro preexistente. Todo árabe es un enfermo imaginario.
III Las mejores voluntades, las más puras intenciones deben ser aclaradas. De la necesidad de obtener un diagnóstico de la situación. “El síndrome norafricano” citado por María José Yaksic.
Tratando las patologías tanto del torturador como del torturado, del blanco colonizador como del negro colonizado, llegó a entender que la realidad médica se encontraba ligada a la realidad social y que la solución no era clínica sino política, lo que lo llevó a integrar el Frente de Liberación Nacional argelino hasta su muerte.
TEORÍA Y PRAXIS
Si Lenin encarnó al marxismo desde su teoría y praxis, Fanon entendió que la teoría era la praxis misma, era el hacer para ir conociendo, no por una cuestión de especulación intelectual, sino por la viva realidad por la que atravesaron los luchadores argelinos.
Su bibliografía da cuenta de un análisis teórico desde una situación real y no desde preceptos determinados y preconcebidos. Esto tuvo efectos y resultados que forjaron cambios en los movimientos insurreccionales, ya que pudo plasmar el modo en que se manifestaba la explotación capitalista y el colonialismo, al entender la visión del negro colonizado frente al blanco y del blanco en una posición de superioridad social frente al negro. Pudo conocer al hombre real con sus miedos, su mirada y su identidad, cómo colonizador y colonizado forjaron sus identidades a partir de su opuesto y su transformación en sujetos distintos a lo que fueron y a lo que serán.
Sus libros, Piel negra, máscaras blancas (1952), Sociología de la revolución (1959), Los condenados de la tierra (1961) y su último libro post mortem Por la Revolución africana (1964), fueron el legado de la lucha contra la explotación y el racismo marcado en el cuerpo, del padecimiento en la carne y la tristeza, pero también de la lucha y la felicidad de una cultura de un ser negado pero que quiere ser.
Al igual que Lenin, Fanon entendió al sujeto revolucionario como aquel que es forjado en la lucha, con todos sus pros y contras, con su propia identidad dentro de las relaciones sociales de producción en la estructura de cada región. No antepuso un modelo revolucionario tomado de la clase obrera europea del siglo XIX a su realidad contemporánea, cosa que Marx y Engels tampoco propusieron, pero que los marxistas de museo han repetido hasta el cansancio, sino que tomó a los hombres y mujeres reales en su propia realidad: el cuerpo vivo que habla, sufre y propone.
En Los condenados de la tierra marcó la diferencia en las relaciones sociales entre los negros campesinos pobres de las aldeas, tomados como sujetos revolucionarios, en contraposición al obrero urbano implantado e integrado a los sectores privilegiados. Pero no sólo vio a los campesinos como sujetos revolucionarios, sino que también incorporó al lumpen proletario a la causa revolucionaria, ese sujeto tan denostado por el marxismo clásico. Entendió que era importante politizarlo para no ser atraído hacia el lado de los opresores:
“El campesinado es descuidado sistemáticamente por la propaganda de la mayoría de los partidos nacionalistas. Y es evidente que en los países coloniales sólo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que perder y tiene todo para ganar (analogía con el Manifiesto hacia el obrero). El campesinado, el desclasado, el hambriento, es el explotado que descubre más pronto que sólo vale la violencia.” (Los condenados de la tierra)
“El lumpen-proletariat, cohorte de hambrientos destribalizados, desclanaizados, constituyen una de las fuerzas más espontáneas y radicalmente revolucionarias de un pueblo colonizado.”
“El lumpen-proletariat constituido y pesando con todas sus fuerzas sobre la “seguridad” de la ciudad significa la podredumbre irreversible, la gangrena, instaladas en el corazón del dominio colonial. Entonces los rufianes, los granujas, los desempleados, los vagos, atraídos, se lanzan a la lucha de liberación como robustos trabajadores.”
Si bien analizó la realidad de los argelinos en la época en que le tocó vivir, entendió que la vida de un pueblo no es estática, ni una repetición hacia el futuro de costumbres y culturas preestablecidas.
Un ejemplo claro fue cuando ponderó la resistencia de la mujer del islam frente a la cultura occidental, pero sin dejar de proponer un cambio cultural hacia la mujer en un tiempo post colonial:
“Vemos que la joven argelina, analfabeta, cubierta con un velo y enclaustrada, igual que Argelia entera, por la dominación colonial, está mal preparada para asumir las tareas revolucionarias. La joven argelina siente vergüenza de su cuerpo, de sus senos, de sus menstruaciones. Siente vergüenza de ser mujer delante de los suyos
Este cúmulo de restricciones sufrirá una conmoción y será puesto en tela de juicio por la lucha de Liberación nacional. La nueva mujer argelina, que ocupa un lugar cada vez más importante en la acción revolucionaria, desarrolla su personalidad y descubre la vivencia excitante de la responsabilidad. La libertad del pueblo argelino se identifica con la liberación de la mujer, con su ingreso en la Historia.”
“Las mujeres recibirán un lugar idéntico a los hombres, no sólo en los artículos de la constitución, sino en la vida cotidiana, en la fábrica, en la escuela, en las asambleas.” (Los condenados de la tierra).
Entendió la cultura como dinámica, donde la confrontación brutal entre la cultura capitalista occidental y la cultura negra africana hizo que se modificaran mutuamente. Ya ninguna sería lo que fue:
“Existe el momento de ser para otros de Hegel, pero toda ontología es irrealizable en una sociedad colonizada y civilizada..
Hay en la Weltanschaung de un pueblo colonizado una impureza, una tara que prohíbe toda explicación ontológica. Es posible que se objete que es común a todo individuo, pero es disfrazar un problema fundamental. Cuando se ha admitido de una vez por todas que la ontología deja de lado la existencia, no nos permite comprender el Ser del negro. Pues el Negro ya no tiene que ser Negro sino frente al Blanco.” (Piel negra, máscaras blancas).
LA VIOLENCIA, PARTERA DEL HOMBRE NUEVO
En la actualidad, la violencia popular, revolucionaria, o simplemente la de los de abajo, es censurada y repudiada por el establishment mediático. La hegemonía de la ideología liberal, producto de la globalización y derrota de los movimientos de liberación, impone la idea, hecha sentido común, de que sólo el Poder constituido plasmado en los Estados nacionales burgueses puede ejercer la violencia legítima, revalorando el concepto de Max Weber, pero poniendo en entredicho el monopolio de la burocracia estatal, por medio de la mercantilización de la seguridad y de las guerras.
Sólo se convalida, de una u otra forma, la violencia en la defensa de los principios liberales. Los llamados comunicadores sociales e intelectuales son una parte esencial de la hegemonía burguesa para generar e imponer la valorización subjetiva de que la defensa de los intereses de las burguesías es universal a todas las clases subalternas. Desde el discurso pacifista se justifica el orden establecido, por injusto que sea, en nombre de una paz sin derechos ni igualdad, legitimando de esta manera la indefinición jurídica de quién es terrorista y quién no lo es, de quién puede ser objeto de todos los males en el que volcar todos los métodos de tortura y asesinato.
La indefinición ideológica y el discurso tibio ante la opresión y las guerras imperialistas (de baja o alta intensidad), son la expresión nefasta del encubrimiento, desde un discurso que trata de no develar la ideología ni los intereses que encubren. Son los señores “serios y creíbles” que se desgarran las vestiduras ante la violencia “ajena”, los que dan “clases de buena política”, pero que, desde su lugar privilegiado y miserablemente cobarde, nunca van al fondo de los hechos, ni a la raíz de los problemas. No buscan la solución, sólo un paliativo verbalizado en bonitas palabras para una ideología criminal.
Fanon, en la actualidad, sería el epicentro de todos los males, el enemigo perfecto a estereotipar y defenestrar por los Medios hegemónicos y sus secuaces. Fanon sería la verdad brutal escupida en las caras de los hipócritas.
La violencia en el capitalismo es intrínseca al sistema, es endógena a la relación social que lo constituye. Es el propio capital, como relación social, el que genera necesariamente violencia, no sólo desde su génesis de acumulación primaria, que como bien decía Marx nace chorreando sangre y lodo, sino que la profundiza y desarrolla en su propia reproducción.
En el modo de producción esclavista, la violencia fue ejercida hacia los cuerpos, a través de la captura y sometimiento de los esclavos para obligarlos a generar excedentes, mientras que durante el feudalismo, en la relación social de producción servil, la violencia fue utilizada para la obtención del tributo que los campesinos producían dentro de las posesiones señoriales (sea secular o eclesiástico). En el capitalismo, la violencia se ejerció en una primera etapa como forma de desposeer a los artesanos y campesinos de los medios de producción (acumulación primaria), para después explotar libremente (en ambos sentidos, tanto del burgués como del obrero) sin necesidad del poder punitivo, ya que el excedente quedaba en manos de los nuevos propietarios, quienes después devolvían una parte de lo producido al trabajador.
Por lo tanto, en el capitalismo no se necesita de un medio exógeno para obtener el plusvalor generado por el trabajo ajeno, la violencia está implícita en la propia relación social. Sólo la violencia es exógena a la relación de producción, cuando se exterioriza la resistencia del obrero a continuar ser explotado, quien no tiene otro medio que la violencia ante una situación de despojo y opresión económica. Es el obrero el que, por distintos medios, materializa la violencia social implícita y, por lo tanto, es señalado como el causante y no como la consecuencia. Es así cómo el discurso dominante puede señalar al sujeto social que explicita la violencia como el sujeto disruptivo. Al transformar en victimario al oprimido se naturaliza la violencia del opresor.
Fanon fue desmontando toda la construcción subjetiva del discurso del colonizador blanco hacia el negro, develando la matriz de la violencia en la cual el negro fue despersonalizado y relegado a la categoría del animal. Demostró que toda opresión implica una construcción simbólica de la realidad a fin de imponerla al oprimido.
Para Fanon, la violencia fue un hecho necesario para poner fin a la dominación del blanco europeo, y un instrumento concientizador de la nación liberada, en la cual constituir al hombre nuevo, al hombre liberado: “la partera de la historia” de Marx hace al “hombre nuevo” del Che Guevara.
“…Reviste caracteres positivos, formativos… Libra al colonizado de su complejo de inferioridad, de sus actitudes contemplativas o desesperadas.
La violencia eleva al pueblo a la altura del dirigente.” (Los condenados…)
La violencia no fue para Fanon un recurso aplicable sin medir consecuencias, como una forma de generar más violencia a la violencia, sino que fue entendida como un fin político a una realidad concreta. No fue una sacralización del acto violento, sino la única posibilidad de transformación profunda del daño causado, tanto material como simbólicamente: no como consecuencia de un hecho fortuito, sino como el resultante de un desarrollo histórico e inherente al sistema. Fue la forma que expresó el contenido en una lucha armada y también cultural:
“…sucede que cuando un colonizado oye un discurso sobre la cultura occidental, saca su machete o al menos se asegura de que esté al alcance de su mano.” (Los condenados…)
Fanon nos demuestra que tratar de deslegitimar la violencia es aceptar la opresión y desarmar al oprimido. Los indefinidos que juegan el más nefasto papel de mediadores a través de un mensaje progresista y pacifista, imponen la cínica igualdad pluralista a los oprimidos frente a los opresores, pero sin dejar de convalidar la opresión.
El perfecto liberal, amante de la paz y la tranquilidad en el mundo, se horroriza del esclavista, del verdugo y del torturador, pero responsabilizando a la víctima por las cadenas, la guillotina y el dolor.
FRENTE DE LIBERACIÓN NACIONAL Y LA LUCHA DE CLASES
El llamado período de descolonización trajo aparejado cambios en el tablero internacional, marcando el fin del predominio europeo e inaugurando el surgimiento de EE.UU. como la potencia imperialista dominante. Hacia adentro de los movimientos revolucionarios, y del propio marxismo, también se sacudieron las estructuras teóricas y las verdades infalibles.
Es en este marco donde Fanon se formó como cuadro teórico/político. Dentro de una realidad que no formaba parte de los esquemas preestablecidos de los países industrializados, trató de entender y forjar la lucha revolucionaria con los sujetos sociales en pugna de los países del Tercer Mundo y, en especial, de Argelia.
Para él, la lucha de clases entre proletarios y burgueses se atenía a la realidad europea, pero no a los países en proceso de descolonización. Desde la estructura económicamente atrasada del capitalismo dependiente, Fanon entendió que dentro de un Frente de liberación el campesino era el principal sujeto revolucionario, tanto en número como en cuanto a su nivel de explotación y sufrimiento.
Como mencioné anteriormente, los sectores desclasados que son vistos con desconfianza (cuando no como escorias de la reacción) por el marxismo europeo, en Fanon fueron sujetos sociales de importancia en la lucha revolucionaria. Otra clase que tuvo en cuenta fue la burguesía nacional o autóctona (como bien las llamaba el Che), la cual, siguiendo los postulados de Mao, formaba parte de la contradicción centro/periferia antes que la contradicción de clase burguesía/proletario.
La contradicción principal para enfrentar al imperialismo implicó en Fanon un frente heterogéneo, pero que de ningún modo perdió de vista la propia naturaleza de la burguesía como bien la caracterizaron los pensadores revolucionarios de los países periféricos:
“La debilidad clásica, casi congénita, de la conciencia nacional de los países subdesarrollados no es sólo la consecuencia de la mutilación del hombre colonizado por el régimen colonial.
Es también el resultado de la pereza de la burguesía nacional, de su limitación, de la formación profundamente cosmopolita de su espíritu.
La burguesía nacional, que toma el poder al concluir el régimen colonial, es una burguesía subdesarrollada. Su poder económico es casi nulo y, en todo caso, sin semejanza con el de la burguesía metropolitana a la que pretende sustituir.”
“Pero la independencia que pone literalmente contra la pared va a desencadenar en ella reacciones catastróficas y a obligarla a lanzar llamadas angustiosas a la antigua metrópolis.”
Fanon comprendió claramente la debilidad estructural y la falta de conciencia nacional de las burguesías que se fueron conformando en los países periféricos. Estas características de dependencia ideológica y económica frente a las burguesías imperialistas, las hacía nacionalmente débiles ante las clases subalternas, para imponer su dominación por medio del aparato estatal.
Al igual que los movimientos revolucionarios de Latinoamérica, Fanon negó implícitamente la teoría del etapismo para llevar a cabo la lucha revolucionaria:
“La burguesía nacional de los países subdesarrollados no se orienta hacia la producción, los inventos, la construcción, el trabajo. Se canaliza totalmente hacia actividades de tipo intermedio.”
“En el sistema colonial, una burguesía que acumula capital es imposible. Pero, precisamente, parece que la vocación histórica de una burguesía nacional auténtica en un país subdesarrollado es negarse como burguesía, negarse en tanto que instrumento del capital y esclavizarse absolutamente al capital revolucionario que constituye el pueblo.”
“En sus inicios, la burguesía nacional de los países coloniales se identifica con la burguesía occidental en sus finales. No debe creerse que quema etapas. En realidad, comienza por el final. La (burguesía) está en la senectud sin haber conocido ni la petulancia, ni la intrepidez, ni el voluntarismo de la juventud y la adolescencia.” (Los condenados de la tierra)
PARTICULARISMO, NACIÓN Y UNIVERSALISMO
Uno de los aportes más importantes de Fanon fue la cuestión nacional en la lucha anticolonial.
Fanon no encontró bases sólidas en la negritud universal para enfrentar al colonizador y al imperialismo en post de un tiempo no colonial, ya que este genérico implicaba una visión homogénea en la mirada occidental hacia la totalidad del continente africano, un estereotipo a la inversa del blanco racista y un fundamento peligroso como sostenedor de verdad por la sola portación de piel. Universalismo etéreo que llevaba a un “callejón sin salida”. Por lo tanto, no podía pensar este universal desde una realidad heterogénea y ambivalente, producto de años de colonización. Para Fanon, la negritud no fue una cuestión biológica, sino el producto del enfrentamiento de dos culturas, atadas y mutuamente modificadas dentro de un proceso histórico. El negro era negro frente al blanco:
“Hay tanta diferencia entre un antillano y un dakariano como entre un brasilero y un madrileño. Lo que se intenta, al englobar todos los negros bajo el término “pueblo negro” es arrebatarles toda posibilidad de expresión individual. Lo que se intenta así es someterlos a la obligación de responder a la idea que se ha elaborado acerca de ellos.” (Africanos y antillanos)
Fanon entendió el nacionalismo como un instrumento estratégico en la lucha de liberación para movilizar al colonizado y, también, como una forma de superar los particularismos étnicos y tribales. No buscó al ser nacional anclado ontológicamente y repitiendo los mismos cánones folklóricos, tomó lo nacional como un desarrollo de la conciencia anticolonial para articular poder:
“La cultura nacional no es el folklore donde un populismo abstracto ha creído descubrir la verdad del pueblo. No es esa masa sedimentada de gestos puros, es decir, cada vez menos atribuible a la realidad presente del pueblo. La cultura nacional es el conjunto de esfuerzos hechos por un pueblo en el plano del pensamiento para describir, justificar y cantar la acción a través de la cual el pueblo se ha constituido y mantenido. La cultura nacional, en los países subdesarrollados, debe situarse, pues, en el centro mismo de la lucha de liberación que realizan esos países.” (Los condenados de la tierra).
Si bien, para Fanon, la cuestión nacional fue una instrumentación necesaria para la liberación, de ninguna manera la entendió como una ideología, sino como parte de un eslabón frente a un universal centrado en el humanismo. Propuso una lucha necesariamente nacional y, a la vez, superadora de lo nacional. Por lo tanto, si es el pueblo el que se constituye como nación, su doctrina es el humanismo para con todos pueblos:
“El nacionalismo no es una doctrina política, no es un programa. Si se quiere evitar realmente al país ese retroceso, esas interrupciones, esas fallas hay que pasar rápidamente de la conciencia nacional a la conciencia política y social. La nación no existe en ninguna parte, si no es un programa elaborado por una dirección revolucionaria y recogida lúcidamente y con entusiasmo por las masas…”
“Si esa construcción es verdadera, es decir, si se traduce en voluntad manifiesta del pueblo, si revela, en su impaciencia, a los pueblos africanos, entonces la construcción nacional va acompañada necesariamente del descubrimiento y promoción de valores universales. Lejos de alejarse de otras naciones, pues, de otras naciones, es al liberación nacional la que hace presente a la nación en el escenario de la historia.” (Los condenados de la tierra).
Este humanismo universal no fue concebido por Fanon como una cuestión idílica de felicidad entre los pueblos, sino como instrumento de unión. Si el nacionalismo era necesario para constituir una soberanía popular para enfrentar a los colonizadores blancos, el internacionalismo también lo era como instrumento de los pueblos dependientes para enfrentar al imperialismo.
“El devenir de todo hombre implica hoy relaciones de estrecha dependencia con el resto del Universo. Por esto los pueblos coloniales deben redoblar su vigilancia y su vigor. La aparición de un nuevo humanismo requiere ese precio. Los lobos ya no deben encontrar ovejas aisladas. Es preciso que el imperialismo sea detenido en todas sus tentativas de reforzamiento. Los pueblos lo quieren, el proceso histórico lo exige.” (Por la Revolución africana).
NOTA FINAL DEL AUTOR
Se ha remarcado, desde distintas posiciones, los errores conceptuales con respecto a la falta de un programa político concreto, al cual Fanon remitía el proceso de descolonización, en función de la reparación de la inequidad y el saqueo de los países periféricos por parte de los países centrales. Sin embargo, no podemos dejar de valorar y estudiar los aportes que hizo para su época y las enseñanzas que nos deja para nuestro presente.
No pretendo haber hecho un análisis profundo ni mucho menos completo de Frantz Fanon, pero si he tratado de hacer un pequeño recordatorio para seguir indagando en un gran luchador de los pueblos oprimidos.
Desde el viejo bar donde se juegan azares y destinos, saluda a usted atentamente el Observador de las palabras sin sonidos.