Por Narciso Isa Conde[1]
“Los Gobiernos Progresistas en el Mundo: una alternativa al neoliberalismo”
La clase dominante-gobernante que se ha conformado durante tres décadas de restructuración neoliberal del capitalismo, bajo el mando de EEUU como centro del imperialismo occidental, repele violentamente cualquier proyecto de gobierno que implique algo de soberanía, redistribución de ingresos y reformas.
Las fórmulas que no quedan bajo su absoluto control son tan satanizadas y violentadas como las revoluciones radicales.
El Imperialismo Occidental de estos tiempos -incluidos sus poderes subalternos en el mundo dependiente- no tiene un modelo alterno a sus preeminentes intereses, ideología, cultura y mafias políticas, empresariales, eclesiales y militares establecidos durante la llamada “Era Neoliberal”.
Se trata de un poder creado sobre la base de un brutal proceso de concentración de riquezas y poder, vía privatización de todo lo público y social, recolonización racista (basada en la supremacía blanca), discurso único neoliberal, opresión extrema de mujeres y jóvenes, y depredación de la Madre Tierra, a nombre del progreso y la civilización.
El engendro creado implica convertir todo en mercancía, privatizar el Estado y la política, entronizar la corruptela, negar soberanía, estimular todo tipo de racismo y xenofobia, pervertir políticamente las religiones, manipular a su favor los fanatismos y fundamentalismos, imponer el imperio de la mentira y apelar a su acumulado bestial de alta tecnología en sus fuerzas militares cuerpos y en la delincuencia armada.
No hay término medio.
Cuando pierden el control del gobierno, actúan violentamente con ese arsenal perverso: caso Venezuela bolivariana.
Cuando logran desestabilizar lo que no controlan, operan con una saña bestial desde su nuevo ejercicio gubernamental: caso Bolivia post derrocamiento de Gobierno Evo.
Cuando la indignación popular amenaza la estabilidad de su modelo y su dominio, vuelcan sus alimañas y odios contra el pueblo movilizado: como pasa ahora en Chile y pasa también frente a la rebeldía anticolonial del pueblo haitiano.
Solo esconden sus garras destructivas cuando las derechas y ultraderechas gobiernan y la oposición que quiere gobernar responde a su modelo re-colonizador y corrupto: como pasa ahora en nuestra República Dominicana y otros países del área.
Así, un cambio moderado (con menos capacidad de defensa)-aunque deje en pie al gran capital y sus instrumentos políticos ideológicos y culturales- paga su “atrevimiento” con similares represalias imperialistas a las de un cambio que implique transformaciones más radicales en el plano político, económico, social y cultural.
UNA EPOCA DE CONFRONTACIONES Y CAMBIOS
Ese producto de la restructuración neoliberal, empleado para reemplazar el capitalismo keynesiano, impuesto a partir de los años 70 y en los 80, viene atravesando por una especie de crisis senil, demandando al mismo tiempo alternativas radicales a los modelos establecidos. Lo acontecido recientemente en Chile marca un hito en esa dirección.
La oleada de cambios políticos-sociales iniciada a principio del siglo XXI en Nuestra América responde a esa realidad, abriendo paso a una compleja dialéctica entre reformas y contra-reformas, avances y retrocesos, revolución y contra-revolución.
En esa dinámica contradictoria las opciones alternativas reformistas, progresistas o transformadoras, que no han logrado superar el capitalismo dependiente en crisis, han mostrado sus límites para lograr cambios estables e impedir trágicos retrocesos.
En verdad los nuevos modelos con impulsos keynesianos o neo-keynesiano y aquellos que combinan herencias neoliberales con políticas de retribución de ingresos, incluso algunos de los que han afirmando soberanía e impulsado procesos constituyentes, han evidenciado bastante vulnerabilidad frente al contra-ataque imperialista asociado a la feroz reacción de las derechas locales.
Por esto no han sido pocos los retrocesos y amenazas de retrocesos, independientemente de que tampoco estos han logrado consolidarse ni impedir una fuerte tendencia a la inestabilidad junto a nuevas derrotas.
Y esto indica que si bien es imposible ya –y lo es- separar al capitalismo actual de su fase neoliberal, tampoco hay manera de separar la alternativa al dominio del capital globalizado y gansterizado de una reformulación e implantación del proyecto socialista.
TRANSICIÓN ALTERNATIVA
Como se trata de un proceso de ruptura del poder constituido y creación del nuevo poder, proceso por demás sumamente difícil y complejo, se requiere de una nueva transición revolucionaria que posibilite que lo viejo termine de morir y lo nuevo de crecer.
Lo viejo es un capitalismo que se ha tornado tan destructivo hasta convertir en incompatible su existencia prolongada con la vida del planeta; y lo nuevo es un proyecto transformador capaz de ponerle fin a este sistema decadente y superar a la vez las causas estructurales que provocaron el colapso de las revoluciones anticapitalistas escenificada en Europa Oriental en el Siglo XX.
El tránsito del capitalismo neoliberal al nuevo socialismo exige, por tanto, establecer una clara diferenciación entre el camino a recorrer y las metas a alcanzar, entre el socialismo a que aspiramos, que debe acopiar toda la experiencia histórica, y la transición necesaria hacia él.
Porque ciertamente una cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de producción y distribución consolidado, sistema político e instituciones de profundo calado social y amplia democracia, cultura colectiva solidaria y salto cualitativo en la transformación de los seres humanos.
El tránsito es el proceso que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que arrastra no pocos elementos del pasado capitalista y pre-capitalista, especialmente en los países del capitalismo dependiente.
Claro está que en esas condiciones, la socialización de la economía, la democratización y extinción paulatina del poder estatal en procura de la preeminencia del poder popular, el predominio de una cultura solidaria y los cambios necesarios en la conciencia individual y colectiva, no pueden darse en plazos cortos.
Es más bien una orientación y una práctica transformadora de mediano y largo plazo, pero que requiere emprenderse desde el inicio, sin postergaciones ni vacilaciones.
Se trata no solo de un proceso transformador, cuya velocidad, profundidad y extensión varía por países en función de los obstáculos a vencer, las trabas a superar y la correlación entre las fuerzas del cambio revolucionario y las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas; si no también de un proceso multifacético e integral que exige derrotar la resistencia de la burguesía transnacional y local.
El capitalismo en general y el latinoamericano-caribeño en particular, no es solo un modo de producción, sino sobretodo un sistema de dominación integral, que incluye otras esferas de la economía e importantes, dominio de clase y vertientes jurídicas-políticas, institucionales, militares, ideológicas, culturales… que es imprescindible erradicar
Si en la economía es inviable una socialización instantánea, también lo es en otros aspectos de la vida en sociedad. Pero eso no implica posponer un necesario y constante esfuerzo que le reste poder al gran capital privado y al predominio de la ideología y la cultura capitalista- patriarcal heredada del pasado.
Los cambios de una formación económica-social, política y cultural a otra, de un sistema a otro, siempre enfrentan altos grados y variadas formas de resistencia que requieren respuestas contundentes y altamente confrontativas.
Exigen conciencia revolucionaria, nuevas formas organizativas, nuevos métodos de gestión y participación, nuevas bases constitucionales, nuevas leyes, cambios de mentalidades…que tardan en lograrse, pero que es imperioso emprenderlos con determinación.
LLAMAR EL TRANSITO REVOLUCIONARIO POR SU NOMBRE
Por eso, cuando nos referimos a las alternativas al capitalismo, procede hablar del tránsito hacia una sociedad post-capitalista, que históricamente ha sido conocida como sociedad socialista o socialismo.
Tránsito o transición al socialismo es la frase clave para reflejar en la denominación del periodo transformador el carácter procesal y contigente de los cambios anti-capitalistas; evitando así etiquetar con el nombre de socialismo a lo que es un proceso hacia él, cargado de herencias negativas, trabas y limitaciones a superar.
Esto, además, descarta mitificar la realidad y cargarle al socialismo los problemas y limitaciones del difícil y complejo tránsito hacia él.
RECHAZAR RETROCESOS Y PROFUNDIZAR TRANSFORMACIONES
En Nuestra América está bastante claro que el punto de partida de una transición revolucionaria consistente tiene mucho que ver con la ruptura del monopolio militar en detrimento del poder represor de la vieja clase dominante-gobernante y sus tutores imperialistas.
Requiere desmantelar el modelo neoliberal impuesto y avanzar hacia una sociedad pos-neoliberal, desmontando el viejo Estado y la viejas estructuras de dominación y socializando progresivamente la vida económica, social y cultural, y el ejercicio de la política como factor liberador; evitando una larga coexistencia con los agentes políticos, económicos y culturales del gran capital local y transnacional.
El denominado progresismo, e incluso procesos transformadores anti-neoliberales más soberanos y de más profundidad, que no han logrado crear poder popular y emprender la vía anticapitalista, no solo han resultado insuficientes, sino también considerablemente vulnerables al contra-ataque del imperialismo y las derechas.
No han sido accidentales los retrocesos ocurridos en Argentina, Brasil, Paraguay, Honduras Uruguay, Ecuador… como tampoco la capacidad de resistencia de Cuba y Venezuela, cada una con sus características.
Cierto que hay que enfrentar todo lo que atenta contra lo conquistado en cada país en materia de soberanía, cambios sociales y políticas públicas no neoliberales, aun sean de corte neo-keynesiano.
Cierto que hay que enfrentar los retrocesos políticos y las imposiciones de modelos ultra-neoliberales, re-colonizadores y mafiosos.
Cierto que hay que saludar y defender todo avance de soberanía y anti-neoliberalismo.
Pero es muy cierto también, a la luz de lo acontecido, que hay que ir mucho más allá de impedir y revertir las contrarreformas limitándonos solo a restaurar el insuficiente pasado “progresista” o reformista con determinado grado de independencia.
Está cada vez más claro que la única forma de reducir la fuerza de la contra-reforma y la contra-revolución es demoliendo el viejo Estado, derrotando la contra, socializando el poder, la propiedad y la economía; y construyendo a la vez soberanía popular y poder militar propio, y profundizando las luchas y las transformaciones en forma persistente y progresiva.
Esto precisa de un proceso politización del pueblo y especialmente del bloque proletario-popular, en torno a ideas y prácticas socialistas, y al ejercicio de la contra-violencia; asumiendo la necesidad de abolir el capitalismo y todas la opresiones y depredaciones funcionales a su proceso de obtención de súper-ganancias, acumulación y concentración de poder: explotación clasista, patriarcado, racismo, adulto-centrismo, ecocidio, xenofobia, homofobia…
Y vale enfatizar que ese desafío no es solo asunto de países y pueblos aislados, sino que exige la continentalización e internacionalización de las luchas, así como alternativas comunes imprescindibles para abolir el dominio global del capital y eliminar sus instrumentos de dominación.
Es, por tanto, suma ascendente de nuevas revoluciones populares nacionales hacia la revolución continental y mundial.
REFLEXIÓN OBLIGATORIA
Y esto, a la luz de las respectivas crisis recurrentes de gobernabilidad, tanto de opciones de centro-izquierda como de derecha y ultraderecha… a la luz de la alta inestabilidad de las oleadas y contra-oleadas, obliga a reflexionar sobre la necesidad y el modo de pasar a una fase de nuevas y profundas transformaciones estructurales.
Obliga a pensar y construir opciones capaces de eliminar las bases de sustentación de los agentes sociales y políticos del capitalismo dependiente, neoliberal y gansterizado, que gravitan determinantemente contra los procesos cambios, ya sea ejerciendo gobierno o actuando desde la oposición anti-gubernamental.
En esa dirección hay que decir que en esta época de enorme violencia imperialista, no es aconsejable que procesos transformadores acepten pasivamente el monopolio de las armas a favor y al servicio de las derechas contra-reformistas y contra-revolucionarias.
Esa relación desigual en lo militar, por ejemplo, amerita ser cambiada en situaciones como las de Bolivia, Chile, Honduras y Haití, donde la ingobernabilidad avanza y las rebeldías populares son recurrentes, sin que se logre rematar el triunfo.
Los reveses son útiles cuando se emplea la experiencia acumulada en aciertos y errores para transformar esos reveses en nuevas victorias, a plena conciencia de que la decadente dominación de EEUU y aliados no tiene formulas para imponerse sin que la indignación convertida en fuerza transformadora deje de crecer; realidad que por sí sola no basta, pero ayuda mucho a todo lo demás.
PERSISTE LA VOLUNTAD DE CAMBIO RADICAL
Existe una situación continental en la que las imposiciones ultraderechistas no tardan en generar indignaciones multitudinarias con fuertes impactos desestabilizadores.
La vuelta a inestables modelos neo-keynesianos no contralados por EEUU, las crecientes rebeldías político-sociales y la evidente incapacidad de esa superpotencia para vencer los procesos más radicales (Cuba y Venezuela), son indicadores de que los pueblos latino-caribeños no solo se resisten a vivir bajo modelos neoliberales cada vez más endurecidos.
Indican que no aceptan pasivamente la imposición de regímenes políticos corruptos tutelados desde Washington, sino que persisten en los combates por la nueva independencia y las transformaciones sociales; todavía, claro está, con muchas limitaciones e indefiniciones en la conformación de sus potenciales fuerzas alternativas y sus nuevas vanguardias.
Los casos chileno, boliviano, haitiano, hondureño y puertorriqueño se han tornado emblemáticos en relación con esa determinación, expresada en formidables levantamientos recurrentes.
Esto coexiste con largas y todavía imperantes hegemonías de las derechas en República Dominicana, Colombia, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Perú… En Colombia actualmente estremecida por un proceso de recomposición de la insurgencia y sucesivos paros y protestas masivas.
Con regresionismos políticos en Uruguay y El Salvador, que gozan todavía de una frágil quietud, pero que dada la tendencia continental, bien podría ser alterada en un futuro próximo en caso de profundización del desmonte de los logros sociales alcanzados por el denominado progresismo.
Coexiste con la derrota de las derechas tradicionales en México y el inicio allí de un proceso de reformas soberanas emprendido por Morena y López Obrador, y con el desplazamiento del Macrismo y la vuelta al Kichnerismo en Argentina.
Pero lo más significativo de todo esto es que el ciclo de luchas por la segunda independencia y el socialismo iniciado por la revolución no ha terminado.
Que la intensificación de la dialéctica reformas-contrarreformas y revolución-contrarrevolución -desplegada desde de finales del Siglo XX- no se ha agotado; augurando nuevas confrontaciones para este 2020 en un contexto en que crece el ideal de Patria Grande Liberada.
Que reverdece la necesidad de soberanía, democracia y socialismo frente a un capitalismo despótico y putrefacto, y que EE.UU y la UE pierden empuje imperial frente a los imperialismos emergentes de China y Rusia, incluso en su mal llamado “patio trasero”.
Ese ciclo, en fin, sigue abierto, con sus evidentes oscilaciones, avances y retrocesos, victorias parciales y reveses inestables.
La oportunidad no está cerrada para las nuevas revoluciones populares de orientación socialista en un mundo enfrentado al desafío que impone la guerra global infinita desplegada por EU, con expresiones de fuerte intensidad y altivas respuestas de los pueblos de Palestino, Irán, Irak, Siria, Yemen, Afganitán, Kurdistán…
El reto es recrearlas con valentía y espíritu innovador.
[1] Ponencia de Narciso Isa Conde // Movimiento Caamañista-MC // República Dominicana. Encuentro Mundial contra el Imperialismo / Caracas-Venezuela 22-23 y 24 de enero 2020.
Narciso es un Revolucionario cabal que acompañó de manera entusiasta del 16 Congreso del Partido Comunista Argentino, , amigo de los revolucionarios, firmante de la carta de los 5 junto a Jorge Schafik Handal, Rigoberto Padilla, Humberto Vargas Carbonell y Patricio Echegaray.