ARGENTINA,40 AÑOS DE DEMOCRACIA DE MERCADO Y CAPITALISMO PUNGA

No vote en blanco

NO VOTE O VOTE EN BLANCO

Autor: Leo Juárez

Desde 1983 hasta ahora, la corrupta e ineficiente sociedad que conduce la punga burguesía argentina ha logrado privatizar todos los mecanismos de regulación del Estado: Junta Nacional de Granos, Gas del Estado, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Reservas Energéticas, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Aerolíneas Argentinas, Austral Líneas Aéreas, E.L.M.A., el sistema portuario, el sistema ferroviario, la medicina social, etc., etc., etc. Todos los mecanismos necesarios fueron aportados por el partido radical y el peronismo, ambos actuaron casi sincronizadamente, fueron exitosos, destrozaron el patrimonio de la Nación Argentina.


Se hace imprescindible señalar que, para los acreedores externos y para el gran capital local, la tarea básica de los partidos políticos y el sistema democrático consisten en hacer viable el ajuste de todas las variables a la medida de sus necesidades, sólo están interesados en la democracia si esta les permite maximizar beneficios con bajo costo político. Si la política es la economía concentrada, podría inferirse que la cuestión sigue siendo simple: una vez reestructurado el Estado, disminuidos sus gastos y aumentados sus ingresos, ¿en qué proporciones se distribuirá el excedente, entre los acreedores, los grupos económicos y los asalariados? En la medida en que las fuerzas políticas se posicionen ante este tema se puede prever desarrollos posibles. La verdadera fuente de problemas es la pretensión burguesa de ser el “partido del orden”, eso expresa todo el abanico dirigencial del establecimiento y sus corifeos. Este es el diseño de país que se terminó de realizar en los 90 y que continúa con leves diferencias. Los que sobran al modelo tienen un solo destino: la violencia y el narcotráfico; ambas tienen un solo patrón: las policías, que se convirtieron en los nuevos empresarios, cuyos explotados son niños y jóvenes, que trafican para ellos y que ya ni sirven para un ejército industrial de reserva.

Derechos de ciudadanía y fetichismo jurídico


Las elecciones son un concurso de imágenes y de consignas que intentan tapar más que mostrar las ideas principales de los candidatos en carrera, Milei sería la excepción que confirma la regla, pero como diría el viejo Trevelis Carlos Marx, si la realidad fuera como se nos presenta ,sobraría , estaría de más toda la ciencia, porque esta se explicaría como verdad por correspondencia es decir hay correspondencia en la forma que se le presenta el objeto al sujeto, pero sabemos que la realidad como totalidad es de una complejidad mayor, si le mostramos a un grupo de personas un vaso con agua, y ellos nos responden que tenemos un vaso con agua, hay ahí una verdad por correspondencia, pero no es toda la verdad, porque también tenemos dos gases fuertemente explosivos como el hidrógeno y el oxígeno, que es la fórmula del agua, es decir para llegar a la verdad o para penetrar la realidad hay que escalar en la teorización.


Puesto en este contexto podemos afirmar que en el capitalismo hay una neta diferenciación entre dos esferas de la vida social: por un lado, la de la circulación, que es el reino de la igualdad jurídica, en el que todos portamos los mismos derechos como compradores o consumidores, vendedores, o ciudadanos; y por otro, la de la producción de riquezas, que es el reino de la desigualdad social, en el que claramente los derechos de uno son los deberes del otro, en el que se acaba la ilusión jurídica y emerge con crudeza la materialización del poder (ver la última página del cap. IV de El capital, libro I).
Mantener el estado de cosas del ámbito de la producción requiere que ideológicamente nos establezcamos en el ámbito de la circulación. ¿Pero cómo se logra eso?
El poder no se puede establecer y mantener por la fuerza (“se puede hacer cualquier cosa con las bayonetas, menos sentarse sobre ellas”), de modo que es necesario un ejercicio silencioso e indetectable del mismo. Históricamente se fueron estableciendo mecanismos tecno-políticos que fueron domeñando a los productores directos, en eso que Foucault llamó el “poder disciplinario”, que potencia la aptitud productiva de los cuerpos a la vez que disminuye su fuerza política (ver Vigilar y castigar). En la medida que se establecen reglamentos, horarios y se estandarizan movimientos y desplazamientos, ese conjunto va conformándose en valores morales, y, por lo tanto, situaciones deseadas, que van reduciendo toda capacidad de rebeldía, y aislando a los que permanecen rebeldes, separándolos del colectivo que es, crecientemente, fuerza social de producción. (“[…] la introducción de las máquinas acentuó la división del trabajo en el seno de la sociedad, simplificó la tarea del obrero en el interior del taller, aumentó la concentración del capital y desarticuló aún más al hombre. […] Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí.” Miseria de la filosofía).
En la medida que el productor directo deviene obrero, disciplinado y obediente, sin capacidad de rebelarse, se amplían sus derechos: el voto censitario se amplió al voto universal masculino; el derecho a asociarse; el derecho a huelga; el voto femenino. Cada derecho que se establece (en una dialéctica en la que resulta desacertado hablar de conquista o concesión, pues resulta de un nuevo punto de equilibrio de las relaciones de fuerza entre las clases) la clase dominante usa ese nuevo derecho como dique contra la actividad rebelde: es un movimiento de defensa, lo que en términos militares se llama retirada táctica. Se reconoce el poder del enemigo, pero se establecen mejores condiciones de defensa.
El establecimiento de nuevos derechos debilita, en términos ideológicos, a la clase que avanza. La establece más en el plano igualitarista, sin que eso tenga correlato en la disimetría social. En general ocurre lo inverso: el esclavo tenía menos derechos que el siervo, y éste menos que el obrero; sin embargo, el obrero es más explotado que el siervo, y éste más que el esclavo (el esclavo produce poco y hay que mantenerlo; el siervo produce poco pero no genera gastos de manutención; y el obrero produce mucho y no hay que mantenerlo). Ahora, el esclavo no tenía ninguna posibilidad de verse igual al amo, como tampoco el siervo respecto del señor; pero el obrero se cree (y es) un ciudadano igual que su explotador. Es el fetichismo jurídico. La ampliación de derechos (incluso los que palmariamente no se pueden ejercer, como el derecho a la vivienda digna, a la participación en las ganancias, y un largo etcétera que se puede consultar en los artículos 14 y 14 bis de la Constitución Nacional Argentina), es un reforzamiento de ese fetiche.


El proyecto revolucionario burgués de constituir una especie única (la humanidad) llevó a la Declaración de los derechos del hombre, que un siglo y medio después se convirtieron en el fundamento de la Declaración de los Derechos Humanos, según la cual la vida de un senegalés que muere ahogado en el Mediterráneo vale lo mismo que la de un monegasco evasor de impuestos. Sí y no. Jurídica y humanamente sí, socialmente no. Pero el capitalismo se rige por pautas sociales, y se dinamiza por la tasa de ganancia, todo lo demás son supercherías. (“El capital […] huye de la turbulencia y la refriega y es de condición tímida. Esto es muy cierto, pero no es toda la verdad. El capital experimenta horror por la ausencia de ganancia o por una ganancia muy pequeña, como la naturaleza siente horror por el vacío. Si la ganancia es adecuada, el capital se vuelve audaz. Un 10 % seguro, y se lo podrá emplear dondequiera; 20 %, y se pondrá impulsivo; 50 %, y llegará positivamente a la temeridad; por 100 %, pisoteará todas las leyes humanas; 300 % y no hay crimen que lo arredre, aunque corra el riesgo de que lo ahorquen. Cuando la turbulencia y la refriega producen ganancias, el capital alentará una y otra. Lo prueban el contrabando y la trata de esclavos.” El capital, p. 950)


El imperio de los derechos humanos indica que nada perturba la acumulación del capital, razón por la que se pueden observar dichos derechos; cuando el capital se siente amenazado, no duda en dar un baño de sangre, lo que se puede ejemplificar holgadamente en el último siglo y medio. Es decir, donde se respetan los derechos humanos es porque no hay perspectivas de cambio social.


¿Qué decir, entonces, de las luchas por el respeto a los DDHH? El marxismo no admite universalización de las categorías, todo debe analizarse en el contexto. Las luchas por los DDHH en situaciones de avance contrarrevolucionario son luchas defensivas, buscan mermar el daño que se causa a la fuerza revolucionaria; pero cuando cesa dicho avance, permanecer en dichas luchas dispersa los esfuerzos, merma la eficacia, y refuerza el fetiche jurídico. Una cosa es que digamos que tiene el mismo derecho a disfrutar de Lago Escondido un mapuche de la zona que el señor Lewis, otra cosa es que creamos que ambos tienen el mismo poder para hacerlo. Porque la trampa del derecho es sugerirnos que “podemos” hacer tal o cual cosa, pero en la realidad lo que opera es la disimetría social, y no la igualdad jurídica.
Un análisis realista tomaría la defensa de los derechos humanos como un momento en la lucha por la igualdad social, y no como un fin en sí mismo. Esto último no sólo es erróneo desde el punto de vista estratégico, sino que es contraproducente, ya que fortalece el fetichismo y pone en manos de la burguesía (a través de su justicia y de las elecciones) la resolución de diferencias sociales.


La democracia ha devenido en el artefacto de dominación por excelencia del capitalismo en su fase parasitaria, eso explica la alarma de algunos analistas políticos, ante el crecimiento del voto en blanco o el no voto, que como en el caso de la localidad llamada Tecka de la provincia de Chubut , fue mayor que el del candidato a intendente más votado, es factible que haya en esta situación más rasgos de desencanto que de rebeldía, pero igualmente les resulta preocupante la pérdida de legitimidad de esta forma de ejercicio de la gobernabilidad.


Como sabemos, la burguesía vota a veces por un partido y a veces por otro, pero siempre por sus propios intereses, esto expresan Masa -Grabois, Larreta – Bulrich, y Milei, son todos interlocutores de la embajada yanqui.El camino que proponemos desde el movimiento Rebelión Popular es el de darle forma a la rebeldía y a la bronca , impulsando una salida política desde abajo a la crisis del capitalismo argentino, y poner en manos de los trabajadores, los desocupados y el pueblo pobre, el impulso de una gran rebelión popular de masas por la soberanía popular, que provoque una radicalización política de tal manera que abra paso a un proceso revolucionario que resuelva los problemas urgentes de nuestro pueblo.

Revista comunista de análisis y debate