50 años del Che en Bolivia, crónica fugaz

Por Gonzalo Ramos

Fuimos armando el viaje con más incertidumbres que certezas, se nos hacía lejos, se nos venía encima. Como siempre el factor financiero jugando en contra, todo lo demás resuelto o por resolver. Avatares de una organización incipiente pero con convicciones templadas en los libros, las calles y el encuentro fraterno.

6 de Octubre

El viernes seis de octubre a las seis desde una dirección que terminaba con seis partimos con las mochilas cargadas de emoción y preocupaciones, en esa tensión que es el resumen de la vida militante; escasos momentos de relajación y montones de preocupaciones y elucubraciones.

Partimos dejando un manojo de incertidumbres atrás y con la mirada puesta en Vallegrande, en las fotos del Che pasando a la inmortalidad, oliendo ya el olor a América Latina.

Primera parada en Jujuy para que suban los cumpas de esa provincia que se sumaban a la delegación norte signada como Brigada Internacionalista “Marcelo Feito” en honor al más parecido de los comunistas argentinos al Che, caído en combate en El Salvador en las filas del Farbundo Martí de Liberación Nacional.

Comenzaba un ascenso hacia Vallegrande bastante más largo de lo que los medios digitales nos habían señalado, más intenso de lo que nuestras expectativas habían proyectado y más fructifero de lo que se preludiaba.

Cuatro horas en la frontera argentino-boliviana de Pocitos para hacer toda la papeleta de pasar el vehículo que nos transportaba y pasarnos a nosotros mismos. Tiempo suficiente para tirarnos los primeros jabs entre los integrantes de la combi, comprobando que el entusiasmo y la mística guevarista está por sobre las disímiles personalidades y las divergentes ideologías.

Pasamos, tras eternas horas con la ñata contra el vidrio, pasamos a la amada Bolivia, allí almorzamos, revoloteamos por la feria de chucherías varias, cambiamos nuestros devaluados pesos y nos largamos con la mirada firme hacia Vallegrande.

Si la espera en la frontera fue larga, imagínense un viaje que tras veinticuatro horas de rodar no concluía, un viaje pensado en quince, dieciocho horas como máximo llegando a las veinticuatro horas sin asomarse el horizonte vallegrandino. A pesar de la extensión temporal el ánimo se mantuvo, gracias a la algarabía de los más jóvenes y la paciencia comprensiva de los más adultos, en esa dialéctica se equilibraba el pulso de una combi que ya nos parecía nuestro único lugar en el mundo, tanto que más de uno tuvo que hacer un período de re-adaptación a tierra firme cuando llegamos a la ansiada ciudad guevarista.

7 de octubre

Cuatro de la mañana, Santa Cruz de la Sierra. Obligamos al chofer a descansar un par de horas, ya que según los cálculos quedaban alrededor de seis horas más de viaje por camino de cornisa. En una taciturna estación de servicio, entre cervezas baratas y cigarrillos inoportunos (estación de servicio) profundizamos en uno de los debates transversales al viaje y a los debates de estos días: el feminismo y el lenguaje.

Hermosa discusión abortada por un apático vigilante que nos pidió que apagaramos los cigarrillos y con eso la discusión. Retomamos viaje, no sin antes pasar por la odisea de conseguir nafta a precio módico en tierras bolivianas en las que el costo del combustible para los extranjeros es cuatro veces más caro.

Oscuridad, fresco nocturno, camino de cornisa, animales sueltos y Vallegrande a la vuelta de la esquina. Solcito, calor, luminosidad enceguecedora, Vallegrande no tan a la vuelta. Tierra, algarabía, un cartel que insufla la ansiedad y ya estamos. Un vigulante nos detiene en el ingreso, nos pregunta si somos de alguna delegación y ante la respuesta de que somos del Partido Comunista nos entrega un croquis de los puntos de actividad que se suma a nuestros veinticinco croquis impresos. Dice la leyenda, que cuando el vigilante esuchó “comunista” se le esbozó una sonrisa, dice la leyenda.

Llegamos rapidamente al lugar, tras un par de vaivenes nos ubicamos en el aula 3 de la Escuela Emilio Finotti, espacio cedido por los camaradas de “Los azules del oriente” y regenteado en lo alimenticio por las bellas mujeres de la agrupación “Bartolina Sisa”.

Una escuela, Valle Grande, Camaradas, cincuenta años del Che, todo lo que estaba bien en el mundo.

El patio de la escuela regado de carpas, banderas, camaradas y compañeros de distintos esteros argentinos, algunos colombianos, algun que otro ecuatoriano, otros tantos venezolanos y una columna super organizada de brasileños del MST. En un extremo del patio, unas señoras, esas de polleras intransigentes, esas de trenzas perfectas y mirada profunda rodeadas de tachos, anafes, ollas, cubiertos y verduras. Esas bellas señoras que nos cobijaron el corazón y el estómago en nuestros breves tres días de estadía. Esas co-madres que derrochando simpatía y prestancia nos abrazaron con tanta fuerza que hasta unas lágrimas nos brotaron, cuando, en la despedida, les devolvimos una minúscula parte de lo recibido con un clavel rojo, rojos claveles que eran nuestros corazones quedándose para siempre en la fraternidad de clase, la más insuperable fraternidad que se pueda imaginar.

Actividades a borbotones, charlas, exposiciones, congresos, presentaciones de libros, muestras fotográficas, recitales de música, libros gratis (sí, libros gratis). Disparados por todo Vallegrande, cansados, entusiastas, con ganas de detener el tiempo o poder quedarnos un mes entero recorriendo cada callecita, cada rincón donde hubo de estar el Che.

Noche del primer día. Nos congregamos para realizar un acto político-cultural de unidad latinoamericana, para cantar a grito pelado La Internacional y para socializar la palabra. Discursos de cumpas de Bolivia, Brasil, Venezuela, Argentina, mística guevarista al palo, musiquita roja y un cierre lleno de historia y emoción con la alocución del viejo amigo del Che y de los jóvenes: Calica Ferrer.

Cierra la jornada, nos volvemos a juntar en la 3 del Finotti, la delegación salteña más un par de jujeños cooptados, no nos juntamos para dormir sino para seguir confraternizando, planficando, compartiendo impresiones y discutiendo. Cualquier brote díscolo es motivo para problematizar, de frente, con camaradería, haciéndonos carne en la premisa de ser un intelecutal colectivo. Se nos cruzan las lecturas, la experiencia y las pulsiones, mezcla perfecta para sostener larguísimas y productivas charlas. Más allá de todo, la juntada nocturna tiene un motivo especial; faltán minutos para que sea el cumpleaños de nuestra camarada Julia Flores, militante ejemplar del Partido Comunista de Salta a la que tanto queremos y admiramos, hoy estamos en el lugar que tanto soñara, haciendo lo que siempre hizo; militar, ante cualquier duda, militar. Se hacen las once de la noche bolivianas o sea las doce argentinas y la algarabía nos embarga al cantar unos de los mejores felices cumpleaños de nuestras vidas y el mejor de toda la larga juventud de Julita. No podía cerrar de manera más mística nuestra primera jornada. Breve brindis, y a dormir que a las seis de la mañana se parte en camión rumbo a La Higuera, de la que tantas fotos hemos visto, de las que nos separan escasa horas. El tiempo corre, brutal, incesante, somos montañas rusas de emociones, así nos gusta estar.

8 de octubre

Siete de la mañana, tres camiones nos esperan en la puerta de la escuela para llevarnos en un viaje inolvidable hasta el destino que todos vinimos a buscar: La Higuera. El pequeño paraje donde fue emboscado el Comandante y en el que comenzó el tránsito incesante a la inmortalidad. Antes de subir ya hemos desayunado y cargado nuestras viandas de pollo y desonocidas, pero sabrosas, verduras. Subimos nuestros emocionandos cuerpos sobre los camiones, esos que trasladan mercaderías, alborotados ánimos agitan la caja de madera que nos parece, al principio, más cómoda que cualqueir fugaz asiento de colectivo metropolitano.

Arrancamos, cuando nos queremos dar cuenta ya estamos en camino de cornisa, incesantes vaivenes, tierra, calor, bello paisaje, ascendemos lentos pero firmes hacia nuestro primer destino: Pucará. En ese pequeño poblado, al que llegamos, íntegros y predispuestos, hacemos la previa a la caminata de catorce kilómetros que se plantea como “el camino del Che”. Antes de seguir, nos hidratamos, somos atendidos por el servicio de salud tan amable como eficiente que atiene a la mayoría de los ahora peregrinos guevaristas. Mientras caminamos, Evo Morales llega hasta la Higuera para dejar una ofrenda floral, saludar a los militantes que ya esperan su presencia y homenaje al Che. Perfil bajo para el presidente de este Estado Plurinacional que tanto nos enorgullece, rápido regreso a Vallegrande mientras nosostros nos vamos acercando, algunos a paso firme, otros en camiones-ambulancias que van auxiliando a los golpeados por el calor y la altura. Todos, a su modo, hacen su ruta del Che, todos tras la ilusión de llegar a ese santuario profano y terrenal, a ese pedazo de historia de la humanidad que nos recibe con calles atestadas de gente, ventas de cómidas, insuficientes bebidas frescas, algarabía popular pero sobre todo donde nos recibe ese enorme Che, mirándonos de frente, emergiendo de un breve caserío, una mínúscila placita, y la escuela más al fondo, esa escuela a la que corremos arrebatados para abrazarnos con nuestra ansiedad y tratar inultimente de saciar la emoción que nos embarga con cada foto, cada cuadro, cado objeto, cada centímetro del aulita en la que nuestro Comandante dio su última lección en vida. Lágrimas, puños apretados, agradecimiento a la vida y refrendamiento del curso que nuestras rojas historias militantes van tomando.

Cada gurpo, cada columna, cada brigada hace su homenaje, descansa, se abraza, se fotografía con cuanto busto, imagen, recuerdo del Che se encuentra. Mientras confraternizamos bajo la sombra bondadosa de la placita pensamos que le anda faltando un fusíl a la gran estatua del Che que domina el poblerío, y pensamos que a ese fusíl se lo tenemos que poner nosotros, la militancia organizada, los que nos decimos guevariastas, libro y fusil, fusil y libro para combatir.

Hora de volver, camiones descansados, cuerpos agotados, ánimo insistente y fervor militante. Algunos duermen, otros tratan de sentarse, la densidad demográfica es mayor, hay que agarrarse fuerte, el descenso nos va abrazando con un incipiente anochecer y un frescor que amaga con profundizarse. Fresco, tierra, noche, estrellas de todos los colores en el cielo de Nuestramérica. De repente nos detenemos, el chofer está cansado, le duele la cabeza, no puede seguir. No tenemos tiempo de elucubrar una noche bajo las estrellas en una ruta oscura que ya aparece el reemplazo, el hijo del chófer, bastante más diligente que el padre, a veces, temerariamente más diligente, pero no hay más que certeza de que llegaremos sanos y salvos. Salvos, sanos y agotados llegamos a la escuelita, un íntimo alivio nos recorre las piernas cuando pisamos tierra firme y ya nos disponemos a seguir disfrutando de un día que no termina y que, por suerte, demoraría en terminar.

9 de octubre

Noche de camaradería, charla, planteamientos, aprendizajes, socialización de experiencias y abrazos verbales. Dice el grabador del cronista que fueron una hora, once minutos y cuarenta y siete segundos, la memoria recuerda interminables alocuciones, profundas, descarnadas y tremendamente aportativas. El momento justo donde el grupo cuaja y se identifica par, compañera, compañero, camarada. Las crónicas nocturnas dirán que debatieron hasta pulverizar el átomo, que se fueron a dormir tarde y a que las ocho de la mañana ya estaban desayunando, acomodando los bolsos para la inmimente partida pero sabiendo que la útlima cita de honor estaba a la vuelta de la esquina: el acto de cierre a cargo del gran Evo Morales.

Es lo más parecido a una fiesta patronal norteña, campesina, esa que también se conocen en el resto del país con las difundidas celebraciones por la Virgen de Urkipiña o Copacabana tan masificadas por los hermanos bolivianos sobre todo en el conurbano bonaerese. Una fiesta patronal sin patrones es una fiesta popular.

Organizaciones sociales y campesinas que llegan a toda orquesta, algunas con atuendos y bailes típicos desfilan por la inmediaciones del aeropuerto. Van llegando al acto de cierre de las jornadas por los 50 años del Che en Bolivia. Sindicatos embanderados y vestidos con rostros del Che, militantes de base, organizados, disciplinados y respetuosos dicen sin amagues que son herederos del Che, que lo han adoptado como héroe nacional y que están dispuestos a dar la vida por profundizar el proceso de cambio que lidera su indiscutible Evo Morales, su presidente, su compañero, su camarada, ese que cada vez que tiene que bajar al llano a escucharlos lo hace sin protocolos y de igual a igual.

Tres escenarios, uno para artistas, otro para dirigentes de gestión, y el principal en el que se apostan dirigentes de los principales sindicatos, ministros, el vice presidente Álvaro García Linera, representantes de delegaciones internacionales entre los que destaca el comandante de la Revolución Cubana y vice presidente de la amada isla Ramiro Valdéz Menéndez, que salvo Evo, al que precedió, fue el más ovacionado por los asistentes al grito pelado de “Cuba, Cuba, Cuba, Bolivia te saluda”.

Ya todos sabían, que le tocaba a él, al gestor del histórico homenaje, al militante férreo e incansable que no para de enfrentarse a los poderosos del mundo, él, el Evo del Pueblo.

Las palabras de Evo

Doce treinta del mediodía, bajo un sol abrasador, aclamado por su gente arranca diciendo Evo Morales Ayma:

¡Qué viva el Che! ¡Qué vivan los pueblos antimperialistas! ¡Qué viva Cuba! ¡Qué viva América Latina! ¡Qué vivan los pueblos del mundo! Respondida cada arenga por los miles de militantes alborotando banderas y cánticos sin parar.

Un discurso revolucionario, netamente anticapitalista, antimperailista y planteando sin dobleces la necesidad de seguir avanzando hacia la construcción del socialismo.

Aquí el audio del histórico discurso:

Remarcando la importancia de los precursores revolucionarios de Nuestramérica como Tupac Katari, Juana Azurduy, Sucre, Bolivar y San Martín los que marcan una línea de continuidad con la gesta revolucionaria cubana en la figura de Fidel y del Che, por supuesto.

Reflexionando sobre la insurrección armada liderada por el Che en Bolivia, Evo remarcó, acertadamente, que no se trató de una invasión, como la derecha intenta instalar, ya que de 50 guerrilleros 26 eran bolivianos que juntos buscaban liberar a la patria, nada más alejado que traicionar a la patria, y senteció que “traición a la patria es servir como lacayos al imperio norteamericano”

Ascendiendo en la valoración del Che resaltó su importancia para la liberación de los pueblos y señaló una verdad irrefutable “las balas de los mercenarios no pudieron matar su espiritú, acallar su mensaje, ocultar sus ideales, su muerte se convirtió en el nacimiento de la lucha para liberar a nuestros pueblos.

Promediando el discurso se concentró en la juventud alentándolos a desarrollar un programa revolucionario como base para la acción.

Una pregunta recorrió los oídos de los asistentes “¿estamos con los pobres o estamos con los ricos?” ante la respuesta unívoca sentenció “Si estamos con los pobres estamos con el socialismo, con la izquierda y con los pueblos”

El cierre fue una retahíla de confirmaciones y posicionamientos fundamentales: “Somos antimperialistas, somos anticapitalistas, somos anticolonialistas” Pidió a la juventud que identifique a los enemigos externos e internos, los primerso representados por el capitalismo y los segundos por los lacayos de ese capitalismo.

Se despidió saludando a Nicolás Maduro y a todo el pueblo venezolano resaltando la conciencia latinoamericana y gritando junto con los miles de militantes:

¡Qué viva el Che! ¡Qué vivan los pueblos antimperialistas! ¡Qué vivan nuestros movimientos sociales!

Y uno de los diálogos más breves y revolucionarios que se hayan podido escuchar:

  • ¡PATRIA O MUERTE!
  • ¡VENCEREMOS!
  • ¡PATRIA O MUERTE!
  • ¡VENCEREMOS!
  • ¿CUÁNDO?
  • AHORA!!!
  • ¿CUÁNDO, CARAJO?
  • AHORA!!!

Pasadas las trece, se cierran oficialmente las jornadas por la Lucha Anti Imperialista, Hasta la Victoria Siempre en el marco del Encuentro Mundial “50 años del Che en Bolivia”. Un sueño breve, intenso y real en el que estuvimos, fuimos parte y nos sentimos abrazados por la fraternidad revolucionaria.

Hora de volver, no sin antes despedirnos homenajeando y agradeciendo a “Las Bartolinas” que nos acariciaron el alma con un último almuerzo y abrazos sinceros, obligándonos a volver más temprano que tarde. También más temprano que tarde nos tocará a nosotros, en nuestra patria organizarnos para la Revolución, un pueblo, de los pueblos más golpeados de la historia de la humanidad nos demuestra que se puede y se debe hacer la Revolución.

Guevarismo, antimperialismo, anticapitalismo y urgencia de organizarnos nos llevamos en el morral, también las sonrisas, las carcajadas, las discusiones y el llanto compartido, porque volvemos endurecidos pero sin perder la ternura.

El Che vive, no hay dudas.

 

Revista comunista de análisis y debate